SELECCIÓN DE POEMAS ETÍLICOS

01
JORGE LUIS BORGES
SONETO DEL VINO

¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?

Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.

En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto

otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.

02
JOSÉ ÁNGEL BUESA
BRINDIS

He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío:
Una blanca, otra roja, como tu amor y el mío.
Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo:
La roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo.

Al beber, gota a gota, los pétalos flotantes
Me rozarán los labios, como labios de amante;
Y, en su llama o su nieve de idéntico destino,
Serán como fantasmas de besos en el vino.

Ahora, elige tú, amiga, cuál ha de ser tu vaso:
Si éste, que es como un alba, o aquél, como un ocaso.
No me preguntes nada: yo sé bien que es mejor
Embriagarse de vino que embriagarse de amor…

Y así mientras tú bebes, sonriéndome – así,
Yo, sin que tú lo sepas, me embriagaré de ti…

03
LI PO
MIENTRAS BEBO A LA LUZ DE LA LUNA

Un vaso de vino entre las flores:
bebo solo, sin amigo que me acompañe.
Levanto el vaso e invito a la luna:
con ella y con mi sombra seremos tres.
Pero la luna no acostumbra beber vino, y mi perezosa sombra sólo sabe seguirme.
Festejemos, con mi amiga luna y mi sombra esclava, mientras aún es primavera.
En las canciones que entono vibran rayos lunares; en la danza que ensayo mi sombra se aferra y deshace.
Los tres juntos, antes de beber, holgábamos; ahora, ebrios, cada cual va por su lado.
¡Regocijémonos muchas horas todavía,
en nuestro extraño festín inanimado,
para encontrarnos al fin en el Río de las Nubes!

04
PABLO NERUDA
ODA AL VINO

VINO color de día,
vino color de noche,
vino con pies de púrpura
o sangre de topacio,
vino,
estrellado hijo
de la tierra,
vino, liso
como una espada de oro,
suave
como un desordenado terciopelo,
vino encaracolado
y suspendido,
amoroso,
marino,
nunca has cabido en una copa,
en un canto, en un hombre,
coral, gregario eres,
y cuando menos, mutuo.
A veces
te nutres de recuerdos
mortales,
en tu ola
vamos de tumba en tumba,
picapedrero de sepulcro helado,
y lloramos
lágrimas transitorias,
pero
tu hermoso
traje de primavera
es diferente,
el corazón sube a las ramas,
el viento mueve el día,
nada queda
dentro de tu alma inmóvil.
El vino
mueve la primavera,
crece como una planta la alegría,
caen muros,
peñascos,
se cierran los abismos,
nace el canto.
Oh tú, jarra de vino, en el desierto
con la sabrosa que amo,
dijo el viejo poeta.
Que el cántaro de vino
al beso del amor sume su beso.

Amor mio, de pronto
tu cadera
es la curva colmada
de la copa,
tu pecho es el racimo,
la luz del alcohol tu cabellera,
las uvas tus pezones,
tu ombligo sello puro
estampado en tu vientre de vasija,
y tu amor la cascada
de vino inextinguible,
la claridad que cae en mis sentidos,
el esplendor terrestre de la vida.

Pero no sólo amor,
beso quemante
o corazón quemado
eres, vino de vida,
sino
amistad de los seres, transparencia,
coro de disciplina,
abundancia de flores.
Amo sobre una mesa,
cuando se habla,
la luz de una botella
de inteligente vino.
Que lo beban,
que recuerden en cada
gota de oro
o copa de topacio
o cuchara de púrpura
que trabajó el otoño
hasta llenar de vino las vasijas
y aprenda el hombre oscuro,
en el ceremonial de su negocio,
a recordar la tierra y sus deberes,
a propagar el cántico del fruto.

05
CHARLES BAIDELAIRE
EL ALMA DEL VINO

Una noche, cantó el alma del vino en las botellas.
Hombre, hacia ti elevo, querido desheredado,
bajo mi vítrea prisión y mis rojizos lacres
una canción repleta de luz y fraternidad.

Yo sé lo que cuesta, en la colina en llamas,
dolerse y sudar bajo un sol abrasador
para engendrar mi vida y darme el alma;
pero no seré ingrato ni perjudicial.

Porque siento inmensa alegría cuando caigo
en la garganta del hombre consumido por su labor,
y su cálido pecho es un dulce sepulcro
que me complace más que la frescura de mis bodegas.

¿Escuchas resonar los cantos del domingo
y la esperanza que trina en mi pecho palpitante?
Los codos sobre la mesa y arremangado,
me glorificarás y serás dichoso.

Yo iluminaré los ojos de tu mujer arrebatada;
devolveré a tu hijo sus colores y la fuerza
y para ese frágil atleta de la vida seré
el aceite que pule los músculos del luchador.

Y caeré en ti, vegetal ambrosía,
extraño grano que arroja el eterno Sembrador;
para que de nuestro amor nazca la poesía
que se alzará hacia Dios como una rara flor.

06
JOSE TADEO TÁPANES ZERQUERA
EL VINO DEL SUICIDA

Las uvas para el vino de la muerte
y aquéllas, para el vino de la vida,
están en el barreño del suicida
dispuestas a correr la misma suerte.

Con ojos delirantes pisa fuerte
igual que una alimaña bendecida,
y la savia agridulce compartida
al tiempo que le mata, le divierte.

Las uvas que dichosas son pisadas
por el santo suicida de lo inmundo,
a veces dan amor por toneladas.

O luego, sin querer, en un segundo,
se tornan venenosas, despiadadas,
y es odio lo que vierten sobre el mundo.

07
CHARLES BUKOWSKI
ELOGIO AL INFIERNO DE UNA DAMA

Algunos perros que duermen a la noche
deben soñar con huesos
y yo recuerdo tus huesos
en la carne
o mejor
en ese vestido verde oscuro
y esos zapatos de taco alto
negros y brillantes,
siempre puteabas cuando
estabas borracha,
tu pelo se resbalaba de tu oreja
querías explotar
de lo que te atrapaba:
recuerdos podridos de un
pasado
podrido, y
al final
escapaste
muriendo,
dejándome con el
presente
podrido.
Hace 28 años
que estás muerta
y sin embargo te recuerdo
mejor que a cualquiera
de las otras
fuiste la única
que comprendió
la futilidad del
arreglo con la vida.
Las demás sólo estaban
incómodas con
segmentos triviales,
criticaban
absurdamente
lo pequeñito:
Jane, te
asesinaron por saber
demasiado.
Vaya un trago
por tus huesos
con los que
este viejo perro
sueña
todavía.

08
LUCIANO CAVIDO
EL VINO

Por qué necesitamos de su abrigo
Para cruzar la noche interminable.
Por qué con él, el mundo detestable
Se torna caprichosamente amigo.

Por qué al calmar mi sed, bebiendo sigo.
Por qué contigo, Judas no es culpable.
Dame hoy la respuesta, Vino amable.
Compañero de reyes y mendigos.

El elixir sagrado, el sacrificio,
El éxtasis que anunciará la orgía.
La sangre derramada por el Cristo.

El Hombre sin su dios, Tú sin Dionisio.
Desenmascaras toda hipocresía.
Oh, Vino, me recuerdas que aún existo.

09
ADELIS LEON GUEVARA
AL VINO

Quién fue el primero que exprimió la euforia
que produjo el milagro en el lagar,
de ese elixir de vida singular
que ha revuelto el aroma de la historia?

Un persa lo recuerda en la memoria
de un rubaiyat escrito en el altar
de una copa copada hasta copar
los sublimes encantos de la gloria.

Lo celebran los días y las horas,
y recuerdan con gozos e ironía
albas, amaneceres y auroras.

Yo lo encontré también con alegría,
consagrando mis noches veladoras
en el viñedo de la Eucaristía.

10
MERCEDES GONZALEZ DELGADO
COMO EL BUEN VINO

Si en un verso pudiera devolverte
todo lo que me diste hace unas noches
sería como negar que quiero verte
en tu juego de efímeros derroches

Como al vino, al licor, quiero beberte
clavarme tus pupilas como broches
también puedo embrujarte , poseerte
y después liberarte sin reproches

Pero como el licor, el beso, el fuego
me perderé en tu alquimia, es mi destino
dártelo todo y todo te lo entrego

Frágil y peligroso, ardiente juego
quiero que me descubras como al vino
que siempre se reserva para luego.

11
CHARLES BUKOWSKI
GARRAS DEL PARAISO

Mariposa de madera
sonrisa de bicarbonato
mosca de serrín…
me gusta mi barriga
y el tipo de la tienda de vinos
me llama
«Señor Schlutz».
Los cajeros del hipódromo
gritan
«¡EL POETA SABE!»
cuando cobro mis apuestas
las damas
que entran y salen de la cama
dicen que me aman
cuando paso a su lado con
blancos pies mojados.
Albatros con ojos borrachos
calzoncillos sucios de Popeye
chinches de París,
he salvado las barricadas
he dominado
el automóvil
la resaca
las lágrimas
pero conozco
el destino final
como cualquier colegial que ve
cómo el tráfico aplasta
al gato al pasar.
Mi cráneo tiene una hendidura de
pulgada y media justo en la
bóveda.
La mayor parte de mis dientes está
delante,
me mareo a oleadas en los supermercados
escupo sangre cuando bebo
whisky
y me entra una pena
que llega a hacerse
dolor
cuando pienso en todas las
buenas mujeres que he conocido
y que se han diluido
desvanecido
entre trivialidades:
viajes a Pasadena,
picnic con los niños,
tapones de pasta de dientes
por el desagüe.
No hay nada que hacer
sino beber
apostar a los caballos
apostar a los poemas
cuando las jovencitas
se hacen mujeres
y las ametralladoras
apuntan hacia mí
agachado
tras muros más delgados
que los párpados.
No hay más defensa
que todos los errores
cometidos.
Entretanto
me ducho
contesto el teléfono
hago huevos duros
estudio el movimiento y el deterioro
y me siento tan bien
como cualquiera
mientras paseo al sol.

12
RODOLFO CAVALLO NOETZLY
SUENA UN TANGO DULZÓN

Suena un tango dulzón acompasado
con humos de cigarros, soda y vino,
entre tragos amargos llora el sino
un parroquiano gris ensimismado…

Llora el sino fatal de su pasado,
la muerte del amor, su peregrino
andar, parco camina su destino
de copas y alcohol, asegurado…

asmático rezonga el viejo fuelle
un tango triste, ávido en el llanto,
mientras el borrachín en su quebranto,

llora fatalidad, cerca del muelle,
una puta teñida en rubio trigo,
aguarda para ser su dulce abrigo…

13
JOSE LUIS FRASINETTI
DÍPTICO DE LA NOCHE ROTA

I
Alta llega la noche. Soberana
de un pan moreno a esta ventura mía.
Quiero alzarle la copa. Resolana
del verso que se engarza . Poesía

de un desvelar de luz en la ventana
-brocal de cielo negro, lejanía
de un astro que titila en la hora arcana
y estalla en flor de greda y lozanía-.

Alta llega la noche. Oscura nieve
para dolerme en sombras del camino,
mientras afuera estalla el rayo… Llueve…

Rasga la seda bruna y, en el viento,
muta un poema el traje ceniciento
y es roja sangre el corazón del vino.-

II
Y es roja sangre el corazón del vino.
Clausura de este anillo de la muerte.
La noche en el rosal se me hace fuerte,
uva morada de este sueño endrino.

Alta llega la noche. ¿Qué destino
-hidalgo de ojos claros- se convierte
en el gesto polar, la sombra inerte
donde embriaga sus tramas el camino?

Alta llega la noche. Siento pena
del cardo sin espinas, de la arena
que se vierte en relojes de alborada.

Alta llega la noche y, por el río,
en aguas se me va este sueño mío
y el rayo es un designio de la nada.-

14
CHARLES BUKOWSKI
CÓMO SER UN GRAN ESCRITOR

Tienes que cogerte a muchas mujeres
bellas mujeres,
y escribir algunos poemas de amor decentes
y no te preocupes por la edad
y los nuevos talentos.
Sólo toma más cerveza, más y más cerveza.

Ve al hipódromo por lo menos una vez
a la semana
y gana
si es posible.

Aprender a ganar es difícil,
cualquier pendejo puede ser un buen perdedor.

y no olvides tu Brahms,
tu Bach y tu cerveza.
No hagas demasiado ejercicio.
Duerme hasta el mediodía.

Evita las tarjetas de crédito
o pagar cualquier cosa a tiempo.
Acuérdate de que no hay un pedazo de culo
en este mundo que valga más de 50 dólares (en 1977).

Y si tienes capacidad de amar
ámate a ti mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota,
ya sea por buenas o malas razones.

Un sabor temprano de la muerte no es necesariamente
una mala cosa.

Aléjate de las Iglesias y los bares y los museos
y como las arañas, sé paciente,
el tiempo es la cruz de todos.
Más el exilio
la derrota
la traición
toda esa basura.

Quédate con la cerveza,
la cerveza es continua sangre.
Una amante continua.
Consigue una buena máquina de escribir
y mientras los pasos van y vienen más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa,
dale duro.

Haz de eso una pelea de peso pesado.
Haz como el toro en la primer embestida.
Y recuerda a los perros viejos,
que pelearon tan bien:
Hemingway, Celine, Dostoyevski, Hamsun.
Si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza…
entonces no estás listo. Toma más cerveza.

Hay tiempo.
y si no hay,
eso también está bien.

15
OSCAR ANTONIO PÉREZ GARVISO
LA BOTELLA DE VINO

La botella de vino en una mano,
ya cuídala, defiéndela disfruta,
la llevas a una cita por tu ruta,
la traes a la fiesta de un hermano.

Que vibre, que despierte lo lejano,
que agrupe al que en su prisa ni se inmuta,
que luzca en el mantel como una fruta,
que se abra como el sol en el verano.

A veces el vaciarla será en vano,
a veces el brindar será una enjuta
manera de olvidar su adiós temprano.

Pero, aun así, su trago no es cicuta,
es vida, es un placer siempre temprano
y el mundo es un licor que nos transmuta.

16
EDUARDO ROMERO CAMACHO
REY DE DIAMANTES

Tuvo el título de Rey de Diamantes
pero más que título era un apodo,
vestido de pobreza encontró el modo
de pasar los días agonizantes.

Ennegrecido de sol y miseria
la ciudad es su alcázar, donde errante
recorre tantas veces, tambaleante,
con olvidos y alcoholes en la arteria.

¿Sabrán los que se burlan que el monarca
tiene ganado el reino de los cielos?
en su frente el buen Dios cruzó su marca.

Dormido en la banqueta una tarde
las palomas detendrán sus revuelos
mientras descienda la luz que lo guarde.

17
EFRAÍN HUERTA
LA MUCHACHA EBRIA

Este lánguido caer en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;
este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie dormido, navaja verde o negra;
este instante durísimo en que una muchacha grita,
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya.
Todo esto no es sino la noche,
sino la noche grávida de sangre y leche,
de niños que se asfixian,
de mujeres carbonizadas
y varones morenos de soledad
y misterioso, sofocante desgaste.
Sino la noche de la muchacha ebria
cuyos gritos de rabia y melancolía
me hirieron como el llanto purísimo,
como las náuseas y el rencor,
como el abandono y la voz de las mendigas.

Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas,
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con sólo negra barba
y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que una noche —y era una santa noche—
me entregara su corazón derretido,
sus manos de agua caliente, césped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos,
sus torpes arrebatos de ternura,
su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y piernas con tatuajes,
y su naciente tuberculosis,
y su dormido sexo de orquídea martirizada.

Ah la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad en la punta de los dedos,
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre,
como yo, escapado apenas de la violencia amorosa.
Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos,
una fecha sangrienta y abatida.

¡Por la muchacha ebria, amigos míos!

18
GUILLERMO AGUIRRE Y FIERRO
EL BRINDIS DEL BOHEMIO

En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.

Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.

El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al revolverse en nada
la vida de los sueños.

Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y repartidas en la mesa,
copas pletóricas de ron, whisky o ajenjo.

Era curioso ver aquel conjunto,
de aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que melosa y delicada,
la música de un verso.

A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos del grupo
y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.

Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada, consecuencia lógica,
del feliz año nuevo…

Una voz varonil dijo de pronto:
¡Las 12, compañeros!
Digamos el “requiescat” por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
porque nos traiga ensueños;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos.

Brindo, -dijo otra voz-, por la esperanza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.

Brindo, porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza,
si en mi cielo de tu limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: «Mi Esperanza».

¡Bravo!, -dijeron todos-, inspirado
esta noche has estado
y hablaste breve, bueno y sustancioso.
El turno es de Raúl; alce su copa
y brinde por… Europa,
ya que su extranjerismo es delicioso…

Bebo y brindo, -clamó el interpelado-,
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría,
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía…

Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce sus consuelos,
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de deliquios, de desvelos.

Yo brindo, -dijo Juan-, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina, seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.

Brindo porque mis versos cual saetas
lleguen hasta las grutas
formadas de metal y de granito,
del corazón de la mujer ingrata
que a desdenes me mata…
¡Pero que tiene un cuerpo muy bonito!

Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me causan embelesos,
porque con creces mi pasión pague…
¡Vamos! porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.

Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones y reír y todo.

Se brindó por la Patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.

Solo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro
de noble corazón y gran cabeza;
aquel que sin ambages
declaraba que solo ambicionaba
robarle inspiración a la tristeza.

Por todos estrechado alzó la copa
frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento.
Los inundó en la luz de su mirada,
sacudió su melena alborotada
y dijo así, con inspirado acento:

Brindo por la mujer, más no por esa
en la que halláis consuelo en la tristeza
rescoldo del placer ¡Desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros;
brindo por la Mujer, ¡pero por Una!
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos:
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseñó de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos,
uno por uno, el corazón entero.

¡Por mi Madre! bohemios.
Por la anciana que piensa en el mañana,
como en algo muy dulce y muy deseado;
porque sueña tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía
y lloró de alegría
sintiendo mi cabeza en su corpiño.

¡Por eso brindo yo!
dejad que llore, y en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que gime y llora
y que del cielo implora,
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi Madre, bohemios,
que es dulzura vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella…

El bohemio calló.
Ningún acento profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.

19
EDUARDO ROMERO CAMACHO
SIETE DE COPAS

En la noche brindamos por el día
llevando la embriaguez a la almohada,
siete copas de vida imaginada,
ignorando que el sueño empezaría

a mecerse en un columpio suicida
de pabilo junto al acantilado,
el sopor de las copas me ha sedado
y me abandono al sueño y la caída

Ícaro viene por mí, me levanta,
la espiral del vértigo me despierta,
y alcanzo a ver en la ventana abierta

un ave que me mira y que trasplanta
mi realidad al sueño y extrañada
ébria te ve, desnuda y desmayada.

II

Gracias ave nocturna pienso y luego
emprende el vuelo en la noche estrellada,
ignoro si la aventura soñada
tuvo que ver con el hielo o el fuego

de tu cuerpo venido de tan lejos
que no me pertenece, sin embargo
buscas en la ebriedad y su letargo
resucitar esos tiempos añejos.

Pero tú no la viste, en tu desmayo
el sueño es pasional y placentero
donde tu boca con mis besos callo.

Fui salvado en mi sueño y estoy vivo
pese a caer por el desfiladero
soy de la vida y muerte fugitivo.

Selección de Poemas de Guerra

1
EL HERIDO (PARA LA LIBERTAD)
Miguel Hernández


Para el muro de un hospital de sangre.

I

Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.

La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.

La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece, y se halla.

Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.

Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!

Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía.
de ensangrentadas puertas.

II

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

2
CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO
Miguel Hernández

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

3
EXPLICO ALGUNAS COSAS
Pablo Neruda

Preguntaréis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?

Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!

Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

4
GUERRA
José de Espronceda

¿Oís?, es el cañón. Mi pecho hirviendo
el cántico de guerra entonará,
y al eco ronco del cañón venciendo,
la lira del poeta sonará.

El pueblo ved que la orgullosa frente
levanta ya del polvo en que yacía,
arrogante en valor, omnipotente,
terror de la insolente tiranía.
Rumor de voces siento,
y al aire miro deslumbrar espadas,
y desplegar banderas;
y retumban al son las escarpadas
rocas del Pirineo;
y retiemblan los muros
de la opulenta Cádiz, y el deseo
crece en los pechos de vencer lidiando;
brilla en los rostros* el marcial contento,
y dondequiera generoso acento
se alza de PATRIA y LIBERTAD tronando.

Al grito de la patria
volemos, compañeros,
blandamos los aceros
que intrépida nos da.
A par en nuestros brazos
ufanos la ensalcemos
y al mundo proclamemos:
«España es libre ya».
¡Mirad, mirad en sangre,
y lágrimas teñidos
reír los forajidos,
gozar en su dolor!
¡Oh!, fin tan sólo ponga
su muerte a la contienda,
y cada golpe encienda
aún más nuestro rencor.
¡Oh siempre dulce patria
al alma generosa!
¡Oh siempre portentosa
magia de libertad!
Tus ínclitos pendones
que el español tremola,
un rayo tornasola
del iris de la paz.
En medio del estruendo
del bronce pavoroso,
tu grito prodigioso
se escucha resonar.
Tu grito que las almas
inunda de alegría,
tu nombre que a esa impía
caterva hace temblar.
¿Quién hay ¡oh compañeros!,
que al bélico redoble
no sienta el pecho noble
con júbilo latir?
Mirad centelleantes
cual nuncios ya de gloria,
reflejos de victoria
las armas despedir.

¡Al arma!, ¡al arma!, ¡mueran los carlistas!
Y al mar se lancen con bramido horrendo
de la infiel sangre caudalosos ríos,
y atónito contemple el océano
sus olas combatidas
con la traidora sangre enrojecidas.

Truene el cañón: el cántico de guerra,
pueblos ya libres, con placer alzad:
ved, ya desciende a la oprimida tierra,
los hierros a romper, la libertad.

5
“Dulce et Decorum Est”
Wilfred Owen

Doblados a la mitad, como viejos vagabundos bajo harapos,
Las rodillas juntas, tosiendo como ancianas, nos arrastramos maldiciendo por el fango
Hasta que al llegar a los tormentosos destellos de las bengalas nos volteamos
Y empezamos a remolcar nuestros cuerpos hacia el distante descanso.
Marchábamos dormidos. Muchos habían perdido sus botas
Y cojeaban sobre sus restos sangrientos. Todos a medio paso; todos ciegos;
Embriagados de fatiga; sordos hasta a las vivas
De las decepcionadas bombas que caían a nuestras espaldas.

¡Gas! ¡GAS! ¡Rápido muchachos! – Un éxtasis de ajetreo,
Ajustándose torpemente los cascos justo a tiempo
Pero alguien seguía gritando todavía y se tambaleaba
Naufragando como un hombre en llamas o a carne viva –
Tenuemente, a través de la máscara empañada y la espesa niebla verdosa,
Como en un mar verde, lo vi ahogándose.

En todas mis pesadillas, ante mi vista impotente,
Se abalanza hacia mí, sus pulmones como brasas, sus pulmones como alcantarillas, luchando por respirar.

Si en algún asfixiante sueño tú también pudieras marchar
Tras la carretilla en la que lo arrojamos,
Y pudieras ver sus blancos ojos tiritando,
Su rostro colgando como un demonio vomitando pecados,
Si pudieras oír, a cada sacudida, la sangre
Regurgitando desde sus pulmones calcinados,
Obscena como el cáncer, amarga como el sabor
De la bilis, incurables llagas en inocentes gargantas –
Amigo mío, no serías capaz de decir con tanto fervor
A los niños sedientos de desesperada gloria
Esa vieja Mentira: Dulce et decorum est [Dulce y decoroso es
Pro patria mori [morir por la patria].

6
“Hospital militar”
Wilhelm Klemm

Briznas de paja crujiendo por doquier.
Los pedazos de vela se erigen solemnes y nos observan.
A través de la bóveda nocturna de la iglesia
Flotan gemidos, palabras ahogadas a medias.

Hay un hedor a sangre, pus, mierda y sudor.
Los vendajes supuran bajo uniformes raídos.
Manos trémulas tiemblan y los rostros se contraen.
Los cuerpos se mantienen erectos mientras las cabezas agonizan de lado hacia abajo.

A lo lejos la batalla truena siniestra
Día y noche, gruñendo y rugiendo sin cesar,
Y para quienes mueren aguardando pacientemente a que caven sus tumbas
Suena en sus oídos como si retumbara por todo el mundo, la palabra divina.

7
“Noche de abril 1915”
Guillaume Apollinaire

 A L. de C.-C


El cielo está estrellado por los obuses de los alemanes
El bosque maravilloso en el que vivo está ofreciendo un baile
La metralleta toca un son a tres pasos
Pero cuentan ustedes con la palabra
                                                                ¡Y sí! La palabra fatal
¡A las trincheras, a las trincheras! Dejen las picotas acá

Como un astro perdido en búsqueda de estaciones
Un corazón de obús estalla y tú silbabas una romanza
Y tus mil soles han vaciado los cañones
Que los dioses de mis ojos llenaron silenciosamente

Ah vida, nosotros te amamos y te abrumamos

Los obuses maúllan un amor de muerte
Los amores que mueren son más dulces que otros amores
Tu aliento nada en el río donde se consume la sangre

Maullaban los obuses
                                       Escucha cantar los nuestros
Amor púrpura honrado por quienes van a perecer

La primavera toda húmeda ataca la farola

Llueve sobre mi alma pero llueven ojos muertos

Ulises cuenta los días para regresar a Ítaca

Acuéstate sobre la paja y sueña un hermoso remordimiento
Que por medio del arte se torne afrodisíaco

Pero
         órganos musicales
                                           de las briznas de paja donde duermes

 El himno del futuro es paradisíaco

8
“En el Frente Oriental”
Georg Trakl

La cólera de la gente es oscura
Como las notas de un salvaje órgano en una tormenta de invierno,
La púrpura ola de la contienda, un desnudo
Bosque de estrellas.

Con cejas rotas, brazos de plata
La noche invita a los agonizantes soldado a su casa.
A la sombra de cenizas otoñales
Suspiran las almas de los caídos en combate.

Una espinosa intemperie envuelve la ciudad.
Bajando sangrientos peldaños la luna
Da caza a mujeres aterradas.
Salvajes lobos se han abierto paso a través de las puertas.

 9
“Grodek”
Georg Trakl

En la noche resuenan los bosques otoñales
Con letal artillería, y las doradas planicies,
Los lagos azules permanecen quietos mientras el sol
Rueda oscuramente arriba; la noche envuelve
A los agonizantes soldados, el salvaje lamento
De sus bocas rotas.
Allí, en silencio, sobre los pastizales
Se amasan rojas nubes que habita un dios enfurecido,
La sangre vertida con frialdad lunar;
Todos los caminos desembocan en negra carroña.  
Bajo el dorado follaje de la noche y las estrellas
Se mecen sombras hermanas a través de una silenciosa floresta,
Saludando las almas heroicas, cabezas ensangrentadas;
Y suave suenan al unísono las oscuras flautas de otoño.
¡Oh, soberbia tristeza! Altares de plata,
Hoy la ardiente llama del alma alimenta una pena inmensa,
Los nietos aún no nacidos.

10
“Vigilia”
Giuseppe Ungaretti

Una noche entera
acostado al lado
de un compañero
masacrado
con su boca
desdentada
vuelta al plenilunio
con la congestión
de sus manos
penetrando
en mi silencio
escribí
cartas llenas de amor

Jamás me he sentido
tan
aferrado a la vida

11
Chicas de la guerra
Jessie Pope

Está la chica que pica tu billete de tren
y la que dirige el ascensor de piso en piso,
está la chica que reparte leche bajo la lluvia,
y la que trae los pedidos hasta tu puerta.
Fuertes, sensatas, preparadas,
están ahí fuera para mostrar su valor
y hacer su trabajo con energía y destreza.
Ya no están enjauladas o encerradas,
van a seguir tirando del carro
hasta que los chicos de caqui regresen marchando.

Está la chica que conduce un gran camión,
está la carnicera que te trae tu pieza de carne,
está la chica que grita «¡Billetes, por favor!» como un hombre
y la que silba a un taxi por la calle.
Bajo cada uniforme
late un blando y amable corazón,
aunque no les falta astucia de madre sagaz.
Pero es esta una solemne declaración:
no tienen tiempo para el amor y los besos
hasta que los chicos de caqui regresen marchando.

12
El crimen fue en Granada
Antonio Machado

A Federico García Lorca

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

13
Frente
José Moreno Villa

Éste es el frente; aquí no hay
el menor asomo de juego.
Ya no valen literaturas;
éste es el frente duro y seco.
Es la bala y el cuerpo humano.
Es la tierra y el cuervo siniestro.
Es la cabeza y es la mano.
Y es el corazón contra el hierro.
Es subir y bajar cañones
por lomas atónitas de miedo.
Es aguantar cuchillos y cascos
sin moverse del parapeto.
Es acompañar a los tanques
monstruosos en sus sondeos.
Es no beber y no comer
y no dormir un día entero.
Es salir con la frente alta
o en la lona del camillero.



14
Lo que muchas hermanas les dicen a sus hermanos
Rose Macaulay

Cuando hacíamos batallas (en la Navidad lluviosa)
con soldados repartidos en tropas por el suelo,
disparaba tan directo como tú, mis derrotas fueron
tantas como mis victorias, o más.
Y cuando en batalla naval, en medio del ruido del cañón,
las flotas se encontraban en la bañera,
mis cruceros eran tan delgados, mis acorazados tan sombríos,
mis submarinos recortaban raudos el camino.
O, cuando llovía demasiado tiempo, y la fuerza del fuerte
surgía e irrumpía con golpes,
yo estaba tan en forma y tan dispuesta, mis puños golpeaban limpiamente,
tu ojo morado hacía juego con mi nariz sangrante.
¿Hubo alguna riña o estratagema en la que tú, el chico,
pudiera mejorarme? No escalabas más alto,
ni montabas más recto, ni corrías tan rápido (y fumar te hacía vomitar)
…Pero yo estoy aquí sentada y tú bajo el fuego enemigo.

Oh, eres tú el afortunado, allá entre sangre y mugre:
naciste bajo la buena estrella.

Todo lo que soñamos, tú y yo, puedes ir y hacerlo de verdad,
y yo no puedo, tal y como están las cosas.
Estás sentado en una trinchera, mientras yo estoy tejiendo
un inútil calcetín que nunca se acaba.
Bueno, es la suerte, querido; y tú la tienes, no hay miedo;
pero para mí… una guerra es poco divertida.

Selección de Los Conjurados de Jorge Luis Borges

1

Cristo en la cruz

Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.

Los tres maderos son de igual altura.

Cristo no está en el medio. Es el tercero.

La negra barba pende sobre el pecho.

El rostro no es el rostro de las láminas.

Es áspero y judío. No lo veo

y seguiré buscándolo hasta el día

último de mis pasos por la tierra.

El hombre quebrantado sufre y calla.

La corona de espinas lo lastima.

No lo alcanza la befa de la plebe

que ha visto su agonía tantas veces.

La suya o la de otro. Da lo mismo.

Cristo en la cruz. Desordenadamente

piensa en el reino que tal vez lo espera,

piensa en una mujer que no fue suya.

No le está dado ver la teología,

la indescifrable Trinidad, los gnósticos,

las catedrales, la navaja de Occam,

la púrpura, la mitra, la liturgia,

la conversión de Guthrum por la espada,

la Inquisición, la sangre de los mártires,

las atroces Cruzadas, Juana de Arco,

el Vaticano que bendice ejércitos.

Sabe que no es un dios y que es un hombre

que muere con el día. No le importa.

Le importa el duro hierro de los clavos.

No es un romano. No es un griego. Gime.

Nos ha dejado espléndidas metáforas

y una doctrina del perdón que puede

anular el pasado. (Esa sentencia

la escribió un irlandés en una cárcel).

El alma busca el fin, apresurada.

Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.

Anda una mosca por la carne quieta.

¿De qué puede servirme que aquel hombre

haya sufrido, si yo sufro ahora?

Kyoto, 1984.

2

Cesar

Aquí, lo que dejaron los puñales.

Aquí esa pobre cosa, un hombre muerto

que se llamaba César. Le han abierto

cráteres en la carne los metales.

Aquí lo atroz, aquí la detenida

máquina usada ayer para la gloria,

para escribir y ejecutar la historia

y para el goce pleno de la vida.

Aquí también el otro, aquel prudente

emperador que declinó laureles,

que comandó batallas y bajeles

y que rigió el oriente y el poniente.

Aquí también el otro, el venidero

cuya gran sombra será el orbe entero.

3

La tarde

Las tardes que serán y las que han sido

son una sola, inconcebiblemente.

Son un claro cristal, solo y doliente,

inaccesible al tiempo y a su olvido.

Son los espejos de esa tarde eterna

que en un cielo secreto se atesora.

En aquel cielo están el pez, la aurora,

la balanza, la espada y la cisterna.

Uno y cada arquetipo. Así Plotino

nos enseña en sus libros, que son nueve;

bien puede ser que nuestra vida breve

sea un reflejo fugaz de lo divino.

La tarde elemental ronda la casa.

La de ayer, la de hoy, la que no pasa.

4

La suma

Ante la cal de una pared que nada

nos veda imaginar como infinita

un hombre se ha sentado y premedita

trazar con rigurosa pincelada

en la blanca pared el mundo entero:

puertas, balanzas, tártaros, jacintos,

ángeles, bibliotecas, laberintos,

anclas, Uxmal, el infinito, el cero.

Puebla de formas la pared. La suerte,

que de curiosos dones no es avara,

le permite dar fin a su porfía.

En el preciso instante de la muerte

descubre que esa vasta algarabía

de líneas es la imagen de su cara.

5

Sherlock Holmes

No salió de una madre ni supo de mayores.

Idéntico es el caso de Adán y de Quijano.

Está hecho de azar. Inmediato o cercano

lo rigen los vaivenes de variables lectores.

No es un error pensar que nace en el momento

en que lo ve aquel otro que narrará su historia

y que muere en cada eclipse de la memoria

de quienes lo soñamos. Es más hueco que el viento.

Es casto. Nada sabe del amor. No ha querido.

Ese hombre tan viril ha renunciado al arte

de amar. En Baker Street vive solo y aparte.

Le es ajeno también ese otro arte, el olvido.

Lo soñó un irlandés, que no lo quiso nunca

y que trató, nos dicen, de matarlo. Fue en vano.

El hombre solitario prosigue, lupa en mano,

su rara suerte discontinua de cosa trunca.

No tiene relaciones, pero no lo abandona

la devoción del otro, que fue su evangelista

y que de sus milagros ha dejado la lista.

Vive de un modo cómodo: en tercera persona.

No baja más al baño. Tampoco visitaba

ese retiro Hamlet, que muere en Dinamarca

que no sabe casi nada de esa comarca

de la espada y del mar, del arco y de la aljaba.

(Omnia sunt plena Jovis. De análoga manera

diremos de aquel justo que da nombre a los versos

que su inconstante sombra recorre los diversos

dominios en que ha sido parcelada la esfera).

Atiza en el hogar las encendidas ramas

o da muerte en los páramos a un perro del infierno.

Ese alto caballero no sabe que es eterno.

Resuelve naderías y repite epigramas.

Nos llega desde un Londres de gas y de neblina

un Londres que se sabe capital de un imperio

que le interesa poco, de un Londres de misterio

tranquilo, que no quiere sentir que ya declina.

No nos maravillemos. Después de la agonía,

el hado o el azar (que son la misma cosa)

depara a cada cual esa suerte curiosa

de ser ecos o formas que mueren cada día.

Que mueren hasta un día final en que el olvido,

que es la meta común, nos olvide del todo.

Antes que nos alcance juguemos con el lodo

de ser durante un tiempo, de ser y de haber sido.

Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una

de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte

y la siesta son otras. También es nuestra suerte

convalecer en un jardín o mirar la luna.

6

Un lobo

Furtivo y gris en la penumbra última,

va dejando sus rastros en la margen

de este río sin nombre que ha saciado

la sed de su garganta y cuyas aguas

no repiten estrellas. Esta noche,

el lobo es una sombra que está sola

que busca a la hembra y siente frío.

Es el último lobo de Inglaterra.

Odín y Thor lo saben. En su alta

casa de piedra un rey ha decidido

acabar con los lobos. Ya forjado

ha sido el fuerte hierro de tu muerte.

Lobo sajón, has engendrado en vano.

No basta ser cruel. Eres el último.

Mil años pasarán y un hombre viejo,

te soñará en América. De nada

puede servirte ese futuro sueño.

Hoy te cercan los hombres que siguieron

por la selva los rastros que dejaste,

furtivo y gris en la penumbra última.

7

Nubes (I)

No habrá una sola cosa que no sea

una nube. Lo son las catedrales

de vasta piedra y bíblicos cristales

que el tiempo allanará. Lo es la Odisea,

que cambia como el mar. Algo hay distinto

cada vez que la abrimos. El reflejo

de tu cara ya es otro en el espejo

y el día es un dudoso laberinto.

Somos los que se van. La numerosa

nube que se deshace en el poniente

es nuestra imagen. Incesantemente

la rosa se convierte en otra rosa.

Eres nube, eres mar, eres olvido.

Eres también aquello que has perdido.

8

Nubes (II)

Por el aire andan plácidas montañas

o cordilleras trágicas de sombra

que oscurecen el día. Se las nombra

nubes. Las formas suelen ser extrañas.

Shakespeare observó una. Parecía

un dragón. Esa nube de una tarde

en su palabra resplandece y arde

y la seguimos viendo todavía.

¿Qué son las nubes? ¿Una arquitectura

del azar? Quizá Dios las necesita

para la ejecución de Su infinita

obra y son hilos de la trama oscura.

Quizá la nube sea no menos vana

que el hombre que la mira en la mañana.

9

Góngora

Marte, la guerra. Febo, el sol. Neptuno,

el mar que ya no pueden ver mis ojos

porque lo borra el dios. Tales despojos

han desterrado a Dios, que es Tres y es Uno,

de mi despierto corazón. El hado

me impone esta curiosa idolatría.

Cercado estoy por la mitología.

Nada puedo. Virgilio me ha hechizado.

Virgilio y el latín. Hice que cada

estrofa fuera un arduo laberinto

de entretejidas voces, un recinto

vedado al vulgo, que es apenas, nada.

Veo en el tiempo que huye una saeta

rígida y un cristal en la corriente

y perlas en la lágrima doliente.

Tal es mi extraño oficio de poeta.

¿Qué me importan las befas o el renombre?

Troqué en oro el cabello, que está vivo.

Quién me dirá si en el secreto archivo

de Dios están las letras de mi nombre?

Quiero volver a las comunes cosas:

el agua, el pan, un cántaro, unas rosas…

10

Todos los ayeres, un sueño

Naderías. El nombre de Muraña,

una mano templando una guitarra,

una voz, hoy pretérita que narra

para la tarde una perdida hazaña

de burdel o de atrio, una porfía,

dos hierros, hoy herrumbre, que chocaron

y alguien quedó tendido, me bastaron

para erigir una mitología.

Una mitología ensangrentada

que ahora es el ayer. La sabia historia

de las aulas no es menos ilusoria

que esa mitología de la nada.

El pasado es arcilla que el presente

labra a su antojo. Interminablemente.

11

Piedras y Chile

Por aquí habré pasado tantas veces.

No puedo recordarlas. Más lejana

que el Ganges me parece la mañana

o la tarde en que fueron. Los reveses

de la suerte no cuentan. Ya son parte

de esa dócil arcilla, mi pasado,

que borra el tiempo o que maneja el arte

y que ningún augur ha descifrado.

Tal vez en la tiniebla hubo una espada,

acaso hubo una rosa. Entretejidas

sombras las guardan hoy en sus guaridas.

Sólo me queda la ceniza. Nada.

Absuelto de las máscaras que he sido,

seré en la muerte mi total olvido.

12

Milonga del infiel

Desde el desierto llegó

en su azulejo el infiel.

Era un pampa de los toldos

de Pincén o de Catriel.

El y el caballo eran uno,

eran uno y no eran dos.

Montado en pelo lo guiaba

con el silbido o la voz.

Había en su toldo una lanza

que afilaba con esmero;

de poco sirve una lanza

contra el fusil ventajero.

Sabía curar con palabras,

lo que no puede cualquiera.

Sabía los rumbos que llevan

a la secreta frontera.

De tierra adentro venía

y a tierra adentro volvió;

acaso no contó a nadie

las cosas raras que vio.

Nunca había visto una puerta,

esa cosa tan humana

y tan antigua, ni un patio

ni el aljibe y la roldana.

No sabía que detrás

de las paredes hay piezas

con su catre de tijera,

su banco y otras lindezas.

No lo asombró ver su cara

repetida en el espejo;

la vio por primera vez

en ese primer reflejo.

Los dos indios se miraron,

no cambiaron ni una seña.

Uno ‑¿cuál?‑ miraba al otro

como el que sueña que sueña.

Tampoco lo asombraría

saberse vencido y muerto;

a su historia la llamamos

la Conquista del Desierto.

13

Milonga del muerto

Lo he soñado en esta casa

entre paredes y puertas.

Dios les permite a los hombres

soñar cosas que son ciertas.

Lo he soñado mar afuera

en unas islas glaciales.

Que nos digan lo demás

la tumba y los hospitales.

Una de tantas provincias

del interior fue su tierra.

(No conviene que se sepa

que muere gente en la guerra).

Lo sacaron del cuartel,

le pusieron en las manos

las armas y lo mandaron

a morir con sus hermanos.

Se obró con suma prudencia,

se habló de un modo prolijo.

Les entregaron a un tiempo

el rifle y el crucifijo.

Oyó las vanas arengas

de los vanos generales.

Vio lo que nunca había visto,

la sangre en los arenales.

Oyó vivas y oyó mueras,

oyó el clamor de la gente.

El sólo quería saber

si era o si no era valiente.

Lo supo en aquel momento

en que le entraba la herida.

Se dijo No tuve miedo

cuando lo dejó la vida.

Su muerte fue una secreta

victoria. Nadie se asombre

de que me dé envidia y pena

el destino de aquel hombre.

14

Son los ríos

Somos el tiempo. Somos la famosa

parábola de Heráclito el Oscuro.

Somos el agua, no el diamante duro,

la que se pierde, no la que reposa.

Somos el río y somos aquel griego

que se mira en el río. Su reflejo

cambia en el agua del cambiante espejo,

en el cristal que cambia como el fuego.

Somos el vano río prefijado,

rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.

Todo nos dijo adiós, todo se aleja.

La memoria no acuña su moneda.

Y sin embargo hay algo que se queda

y sin embargo hay algo que se queja.

15

La joven noche

Ya las lustrales aguas de la noche me absuelven

de los muchos colores y de las muchas formas.

Ya en el jardín las aves y los astros exaltan

el regreso anhelado de las antiguas normas

del sueño y de la sombra. Ya la sombra ha sellado

los espejos que copian la ficción de las cosas.

Mejor lo dijo Goethe: Lo cercano se aleja.

Esas cuatro palabras cifran todo el crepúsculo.

En el jardín las rosas dejan de ser las rosas

quieren ser la Rosa.

16

On his blindness

Al cabo de los años me rodea

una terca neblina luminosa

que reduce las cosas a una cosa

sin forma ni color. Casi a una idea.

La vasta noche elemental y el día

lleno de gente son esa neblina

de luz dudosa y fiel que no declina.

y que acecha en el alba. Yo querría

ver una cara alguna vez. Ignoro

la inexplorada enciclopedia, el goce

de libros que mi mano reconoce,

las altas aves y las lunas de oro.

A los otros les queda el universo;

a mi penumbra, el hábito del verso.