Poemas Miyó Vestrini

Selección y nota de Rosa Raydán para lectura en Clubhouse

Sobre la autora:

Miyó Vestrini (seud. de Marie-Jose Fauvelles) nace en 1938. De origen francés, formó parte de varios grupos literarios, entre ellos El Techo de la Ballena, Sardio, La República del Este, en Caracas, y Apocalipsis, en Maracaibo.

Fue fundamentalmente periodista; en los años sesenta dirigió la página de arte de El Nacional y posteriormente la revista Criticarte. También trabajó como diplomática venezolana en la cancillería y en la embajada de Venezuela en Italia. Falleció en Caracas en 1991.

Publicó los poemarios: Las historias de Giovanna (1971), El invierno próximo (1975), Pocas virtudes (1976), Valiente ciudadano (1994) y Es una buena máquina (2014).También escribió narrativa y biografías.

Su poética es lacerante, nihilista, políticamente incorrecta, pero profundamente lírica. Da cuenta de un profuso universo interior donde están en disputa sus raíces francesas y su crianza en América Latina, el papel de la mujer en la vida moderna, el desamor, la maternidad y el carácter rebelde propio de los años 60.

I

En la frente que me mira desde la hierba
se reúnen, de golpe,
los quebradizos ecos del bosque. Hace frío en estos paisajes
en estas noches
y el mismo dolor sobrevive a tus espaldas, esplendorosa salamandra
que ciega mis pasos
recogiendo palabras inauditas, impunes a toda evocación.
Que no duela, que no duela,
                     ah esos tontos gritos de niños
                     cuando algo va a quemar a cortar a romper:
la pesadilla parpadea aún
la tengo en el puño
y se deshace cuando quiero
en el agua pulposa de los precipicios
porque,
te lo dije, va y viene el fulgor
el insufrible mal
de todo tenaz afecto.

II

CUANDO LEVANTO LA CABEZA DE MADRUGADA

Cuando levanto la cabeza
                     de madrugada
es un corazón
                 palpable
                         estruendoso
                                    asfixiante
ocupando él solo toda la habitación,
trepando hacia la ventana
como para escapar y cambiar de sitio,
instalándose en el jardín del vecino

Rumor de largas horas
                     cortadas a golpes
cuando creo en la resurrección de los muertos
en los verdugos desahuciados
en hilos, papeles y latas,
en niños que juegan sin gritos
en zuecos de madera que suenan y suenan
en las malas imágenes como para irse a otro sitio
en una flaca espantando ratas
en los tulipanes que nunca terminan de florecer.

Te oigo debajo de mí
                              respiras y sueñas
y regresa el corazón palpable
decidido a latir
                        latir
                               latir
y matar.

III

MUY POCO Y MUY GRIS EL TIEMPO QUE TE QUEDA

Soy frágil
para los amados.

Algún asesino más poderoso
más fuerte
me interceptó cuando cruzaba
el callejón de los cuchillos
                        y me atajó.

Silencio mujer
dijo
de nada valdrá tu queja
en este momento
ni en los otros.

Muy poco
y muy gris.
el tiempo que te queda
en esta madrugada
de perros realengos y borrachos asustados.

Déjame un instante
dije,
medir la luz que todos los días
me recibe y me abandona.

Déjame llorar un rato a solas.
Pero sólo había frio
                        en el callejón de los cuchillos.

IV

LLEGO TARDE PORQUE ME SIENTO SOLA

DESHABITADA
Llego tarde
                        : porque me siento sola
y no siempre es necesaria la advertencia
esa que se acostumbra
cuando las cosas cambian.
Mi abuelo decidió suicidarse:
                        era alto, triste y bebía a escondidas.

Mi abuela decía que beber era cosa del demonio
y lo perseguía por toda la casa
                        con una escoba

hasta que aburrido
                        se lanzó al Rin.

Me dejó una carta
para decirme que volvería a la vida
cuando en lo más verde de la colina
mi voz llegara a ser más fuerte que el rumor del mar.

V

ANIMAL DE OCASIÓN

He tenido que compartir mi lugar.
Nadie me ha raptado
para llevarme al suyo.
No tengo África mía a mis espaldas,
ni olas,
ni ollas,
ni una calle en el centro de Dublín.
Sólo he estado allí,
con pocas palabras
y pobres gestos
y pobre cuerpo.
Aprendí al mismo tiempo La Marsellesa
y el Himno al árbol.
Tuve que leer a Rimbaud y a Andrés Eloy.
Tomé scotch y beaujolais,
con tequeños y caracoles y borgoña.
Alguien descubrió el mundo por mí
y me dejó tirada a mitad camino
entre el sol
y la niebla.
Mis hijos fueron blancos
y los hombres que amé,
negros.
Ahora descubro que mientras estaba interna
mi madre escribía cuentos eróticos
y mi hermana entraba en trance con un mecánico.
La plaza del pueblo todavía espera por mí
y me contempla
asomada a la ventana
tratando de apurar la noche.
Mis dedos tienen el color del cebo
y soplo para aliviarlos.
Me leen a Victor Hugo en voz alta
para que aprenda francés
y todavía no sé quién es Ismael Rivera y Luis Alfonzo Larrain.

Vete a la mierda,
me dijo mi madre
cuando le reclamé todo esto.
Se dio vuelta hacia la pared y murió.

Ocupé su sitio
detrás de la mesa
y dejé que peinaran mi cabello.

VI

DIAGNÓSTICO

A ver,
abre la boca.
Di aaaaaah.
Muéstrame eso que hizo tu madre cuando eras niña.
¿Ese era todo el misterio?
¿Sexo oral?
¿Manipulaciones?
¿Tacto?
¿Manipulaciones?
Veamos tu útero,
amplio y desfasado.
¿Cuántos niños pasaron por allí?
Los expertos te dijeron
que la naturaleza esperaba por ellos.
Pero murieron igual.
Y si sobrevivieron,
unos son tarados
otros más o menos,
todos bien planificados con la excusa de la soledad.
Tienes problemas con tus dientes,
con la lenta digestión de los indecisos,
con el crujido del hueso occipital.
Eres un paciente más.
Todos quisieran haber nacido en Kansas City
o en Ámsterdam
o en Toronto
O por lo menos,
veinte años más tarde.
Déjame agitarte en esta probeta de marfil,
verificar bien el color de la mezcla.
Asco,
qué mal hueles

VII

LA LLAMADA

Cuando le pregunté por qué no había llamado
me explicó que estuvo enterrado vivo
y que no le pusieron teléfono.
En sus delgados labios de gallina,
hay,
o no había,
atrevimiento alguno.
Todo era estrictamente legal.
¿Es que acaso no crees en Dios?

Si no fuera fácil,
no lo intentarías.
Significado,
significando,
significativo,
signo.
Me acerqué al balcón
y miré hacia el parque,
irritante cofradía de niños chillones
y pájaros tarados.
Escuché el control remoto cambiando canales, sin sonido.
Sentí a mis espaldas,
su deseo de ponerse los pantalones
y largarse.
Me fui a la cocina a pelar patatas.

VIII

EL DOLOR

Doblé con cuidado sus camisas
y vacié la gaveta de la mesa de noche.
Dada la magnitud de mi dolor,
leí a Marguerite Duras,
hostil y dulzona ella,
у tejiendo un chal para su amado.
Al quinto día,
abrí las cortinas.
La luz cayó sobre el cubrecamas manchado de grasa,
el piso lleno de desechos,
el marco de la puerta descascarado.
Tanto dolor,
por cosas tan feas.
Miré una vez más su cara de ratón
y tiré todo por el bajante de la basura.
La vecina,
alarmada por semejante volumen de basura,
me preguntó si me sentía bien.
Duele, le dije.
En mi buzón colocaron un anónimo:
«el tenga un amor
que lo cuide
que lo cuide
y que no ensucie el bajante de basura de la comunidad».

IX

LA MAYORÍA

Es cierto que en abril los lirios se pudren,
el trigo crece
y se manchan de sangre las dormilonas infantiles.
Todos nacimos en abril:
niños,
supimos que obedecer implicaba paz.
Adolescentes,
descubrimos el valor de la rendición condicionada.
Finalmente,
no morimos en el intento.
Ahora somos sumisos y secretos,
gordos de ojos saltones
y carnes blandas.
Preparamos palabras suculentas
que pasan por el molinillo de carne,
y un perro, bien educado,
espera para engullirlas.
Recién cogidos desafiantes,
meados a destiempo
y solemnes imberbes,
ocupamos el primer lugar en las encuestas.
Somos lo que llaman
la mayoría.

X

EXTRAÑO ADIVINADOR DE PALABRAS

                                                           a Alfonso

Mi bebé
niño grande
extraño adivinador de palabras
                                               vas a crecer
con ojos de pomarrosa abiertos a la lluvia
                                               a la escarcha
y serás como de pájaros y faroles.
Nunca faltará algún idiota
                                               que te hable mal de los profetas.
Cuando eso ocurra,
márchate al pueblo donde nació tu padre
y búscate una casa
                                               donde canten las chicharras.

XI

EN MARZO NO SE NACE DOS VECES

En marzo
               no se nace dos veces.
Me lo aseguran
                        embistiéndome
                                    a pesar mío
                        gimiéndome
                                    a pesar mío
                        lamiéndome
                                    a pesar mío
                        estropeándome
                                    a pesar mío
                        matándome
                                    sin remordimiento alguno.

XII

ESTE MALDITO TERRITORIO

Después de levantar el cadáver
no me preguntaron cómo me sentía
y la vecina me dio unas palmaditas en el cuello
allí donde solías husmear antes de echarte a dormir.
Como te lo prometí,
Mantengo duras las piernas y vivo el tallo de la flor,
Y aunque digan que el toronjil es la hoja de la melancolía,
lo respiro de noche
antes de saber si habrá escarcha de madrugada.
De las poesías recomendadas
apenas he leído algunas.
Trato de levantar el tiempo
el tiempo sin ti
sin posibilidades de otoños o cacerías de patos
ni viajes al Canadá.
Pero de golpe
abro los ojos
y oigo mi madre llamando para la merienda
en medio de este silencio atemperado de las tres de la mañana.
El señor del piso de arriba abre la ventana de vidrio sobre rieles
atisba el soplo de la noche como quien no tiene donde llorar
y cuando ocurre
se me llenan los ojos de lágrimas
y me desvivo con él
asunto pequeño de balcón en balcón.

He tratado de cambiar este dolor por un gran tumulto
y sin embargo,
termino conforme
voy y vengo por la sala oscura
sin haber terminado de instalar la lámpara de pie
que habría de arrojar una luz dorada sobre las piernas de los invitados.
Allí está el libro de Hellman
a la que amabas tanto
porque ella amaba a Dash y le envió por correo mil metros de cable telefónico
que nunca usaron.
Mis esperanzas son pocas
pero mañana pensaré en todo eso.
Ahora maldigo a los montes
la mermelada de guayaba
la pasta dental
la crema fría en mis mejillas
el cruce de avenidas
el árbol de la casa donde nos mudamos por segunda vez
maldigo
malditos
maldición
por todos los cuentos que me susurraron:

echado
de costado
sobre un larga mesa
marrón
oscura
bruñida
hecha de mi piel y de todas mis malditas maldiciones.

XIII

ASÍ DE SIMPLE

Caminar por la 42 de Nueva York
o soplarme los dedos sobre la candela de las castañas
en la esquina de la via della Croce
o resplandecer en el fragor de los aeropuertos,
                                    ¿cuál sería la diferencia?

Vivo bajo el más común de todos los cielos
cielo lambucio
plantado sobre mi cabeza
sin otro movimiento que el de la noche y el día.
Cada día,
me digo:
               hay que conformarse con los sitios
                                    regresar a ellos
porque allí, alguna vez,
               se habrá de morir.
Pero persisten las estaciones y las hierbas,
los ríos vulnerables,
las tempestades al paso de los trenes,
la penumbra de las horas imprecisas,
la bola de fuego que cruza el filo de la ventana,
el ángel exterminador bailando sobre el techo.
Salga de mi vida,
                        dicen,
Como si la vida fuera tan simple.

Así de simple.

El espejo se vuelve suave bajo mis dedos
                        comienza a llenar la casa.

Crece de pared a pared
en el vértigo de mi cuerpo
                        vértigo de campiñas y luces imprecisas.

Vuelve el asombro.
Ahora lo sé:
sólo las mujeres de ojos hermosos
no envejecen.

Sólo los hombres de sueños inquietos
cantan cuando se levantan.

Si hubiera sabido todo esto
                                    no me agarran viva.

Selección poetica de Victor “Chino” Valera Mora

Poeta venezolano. 1935 -1984. Nació en Valera, estado Trujillo (Andes venezolanos). Estudió sociología en la Universidad Central de Venezuela. Fundador del grupo poético La Pandilla de Lautréamont. Fue Premio CONAC de Poesía en 1980. Escribió sobre el oficio poético, el amor, la lucha de clases y la precariedad

Selección de poemas
I
Relación para un amor llamado amanecer
En la galaxia espiral de Andrómeda existe
Un florido planeta donde los ríos no ahogan el mar
Donde fuego y hielo queman las contradicciones
Donde no hay necesidad de regreso
Donde 0 x 0 es más que el infinito
Donde los puntos cardinales son más de cien millones
Norte y Lía Sur y Símbalo Espliego y Araceli
Miguel y Adriana Orfeo y Atabal Cedro y Valkiria
Misterio y Prodigio Neón y Asfalto Rosa Ercilia y Dionisius
Antonio y Elena mis pobres padres mis pobres Virreyes de Indias
Mi viaje a Europa Este y Adelfa Oeste y Clavicordio
Donde todos viven en éxtasis
Donde nada ni nadie es vil
Donde el sol es anillo y ritual de bboda
Donde somos ráfagas de luz y nos desplazamos en silbos
Un planeta limpio y pulido
Donde los enamorados viven en palacios flotantes
Donde Dios tiene un puesto de revistas mal atendido y mata el tiempo
Hablando del pasado con Buda y Mahoma y el Vendedor de verduras
De la esquina y la gente ya los conoce y la gente cuando pasa dice
“esos cuatro vagos son panita burda”
Donde el hijo de Dios y los ángeles del desenfado
Beben el aire de las avenidas sobre sus motos trepidantes
Donde no hay academias militares ni policías ni cárceles ni monedas
Donde somos sabios Donde somos buenos
Donde los últimos insidiosos
Escaparon por un túnel y cayeron al vacío
Astro paradisíaco amado y defendido
Por francotiradores y poetas
Donde la muerte está de capa caída
Donde los hombres son gentiles
Donde las mujeres son ramos de jacintos
De labios y de ojos cambiantes de colores
Un astro moderato cantabile
Donde la noche es vino y alegría hasta el amanecer
Su capital es una ciudad resplandeciente llamada Estefanía
Donde tú tienes señorío
Donde eres reina
Ese planeta es mi corazón errante.

II
Más que homo ludens
Esa rosa atravesada en la conversa
Puede ser el anuncio o el destello
Lo digo yo que he pasado y visto pasar
Terribles situaciones
Entonces
Si la poesía no es hecha por todos
El asunto de los llamados buenos poemas
Está en que los seres y las cosas
Inmediatos al poeta sufren la tragedia
Por eso el desamparo y el terror
De semejante aventura

III
Las cartas de amor que escribí en mi infancia
Las cartas de amor que escribí en mi infancia
Eran memorias de un futuro paraíso perdido
Yo amo la perla mágica que se esconde en los ojos de los silenciosos,
El puñal amargo de los taciturnos,
Mi corazón se hizo barca de la noche y custodia de los oprimidos,
Mi frente es la arcilla trágica,
El sitio mortal de los caídos,
La campana de las tardes de otoño
El velamen menos venturoso
O el más desposeído por las ráfagas de la tormenta

IV
Oficio de poeta
Ético es el paso del poeta en la tierra
Pero no de quien se lleva el índice a los labios
Sino en lo tremendo y deslumbrante
6 la libertad y la revuelta
Porque no se puede ser feliz
Cuando se respira
Entre un atajo de infelices
Hay que vivir agresivamente
Reivindicar la piedra de amolar
Para cuando sea el tiempo
De la fiera y bella fiesta de los cuchillos.

V
Teoría y solfeo
Cuando amo despejo las terrazas
La noche es el sol contenido en los huesos
De las bestias muertas
Mis espaldas hendidas por la mecánica celeste
En tu cuerpo me tenso como un arco
Y derribo las puertas y estallo en las alturas
Y la rama dorada se me ofrece
Voy hasta el fondo
El asunto es de pura animalidad
Somos tú y yo y la poética.

VI
Amanecí de bala
Amanecí de bala
Amanecí bien magníficamente bien todo arisco
Hoy no cambio un segundo de mi vida por una bandera roja
Mi vida toda la cambiaría por la cabellera de esa mujer
Alta y rubia
Cuando vaya a la Facultad de Farmacia se lo diré
Seguro que se lo diré asunto mío amanecer así
Esta mañana cuando abrí las puertas con la primera ráfaga
Alborotando tumbando todo entraron a mis pulmones
Los otros poetas de la Pandilla de Lautréamont
Grandes señores tolerados a duras penas por sus mujeres
Al más frenético le pregunto por su libro Vagancia City
Como me gusta complicar a mis amigos los vivo nombrando
El diablo no me llevará a mí solo
Ella antiguamente se llamaba Frida y estaba residenciada en Baviera
En una casa de grandes rocas levantadas por su amante vikingo
Sus locuras en el mar de los sargazos
Hay sol hasta la madrugada y creo que jamás moriré
Sin embargo deseo que este día me sobreviva
Soy desmesurado o excesivo y no doy consejos a nadie
Pero hoy veo más claro que nunca y quiero que los demás participen
Hermoso día me enalteces desenfrenada alegría
No tengo comercio con la muerte no le temo
Llevo en la sangre la vida de cada día soy de este mundo
Bueno como un niño implacable como un niño
Guardo una fidelidad de hierro a los sueños de mi infancia
En este punto soy socrático él y yo elevamos volantines
Restituimos la edad de oro el “qué habrá” al final del arco suspendido
Ahora mismo se está mudando un río
Hoy una morena de belleza agresiva me dijo “pero sí estás lindo”
Entonces yo le dije acaso no sucede cada dos mil años pierdo el hilo
Día de advenimiento de locos combates de amor a altas temperaturas
Desnudos nos hundimos en las agua del mismo río
VII
Sueño uno
Sobre el trampolín de los sueños
El salto es ilimitado
Y los cuerdos y los desacuerdos son aptos
Para encender o apagar la luna
Y los tuertos son príncipes encantados
Y los idiotas ingresan a las academias
Y los muy vivos se hacen místicos
Y por sobre la espalda de los contrahechos la belleza
Se desplaza como un tren de vidrios rotos
Y no hay murallas
Y los prisioneros se vuelan de las cárceles
Y los traidores los cobardes los evadidos
Se curan en salud
Explicando que si los tiempos fueran otros
Ellos tal vez algún día pero no ahora
Y los deseos son galimatías
A veces en los sueños soplan terribles tempestades
Y los dioses y los frenéticos como perras paridas
Se disputan el reino de la muerte
Y los hambrientos arman el cielo con sus bocas
Y toman por asalto el humo de los restaurantes
Y los crueles existen y no existen
Y el cáncer de los poderosos es un ojo que no duerme
Y este no es el país de las hadas
Y las niñas sin muñecas
Y los niños elevando volantines de sueños
Y los que nada saben y no poseen nada
Y los que sueñan por no dejar
Porque aquí se pone el sol
Y despierta sobre el fusil de los oprimidos.

VIII
Cómo resolver MC²
No te pareces a Luisa ni a Cándida
Ni a Laura
Ni a Mercedes y menos aún a Yira. Sí tampoco a Yira
Deslumbrante en el estallido de la adolescencia
No te pareces a Luz María ni a Esperanza
Ni a Carmen ni a Lorena que durante meses no hallaba sosiego ni a Leticia ni a Ramona bajo el peso de los años
No te pareces a Norma ni a Marilyn en los repartos clandestinos
Ni a Alicia en las colinas universitarias
Ni a Aurora arrasada de música en las discotecas
No te pareces a Zéki quien jamás explicó su nombre
Y se marchó sorpresivamente y se hizo ángel de avión
No te pareces a Clary Brian
Una morena de Ohio casada con el subgerente
De una compañía petrolera en Roblecitos enamorada de mí jugando al tenis
Y desnuda en la cama me llamaba “my little crazy” y en español también me decía
“mi pequeño loco atolondrado”
Tampoco te pareces a estos hermosos puntos suspensivos…
………….
…………………………………….
Y menos aún a esta desenfadada
E
T
C
Por eso te escribo este vertiginoso alucinante hongo atómico de amor para borrarte de la tierra.


IX
Oficio Puro
Cómo camina una mujer que recién ha hecho el amor
En qué piensa una mujer que recién ha hecho el amor
Cómo ve el rostro de los demás y los demás cómo ven el rostro de ella
De qué color es la piel de una mujer que recién ha hecho el amor
De qué modo se sienta una mujer que recién ha hecho el amor
Saludará a sus amistades
Pensará que en otros países está nevando
Encenderá y consumirá un cigarrillo
Desnuda en el baño dará vuelta
A la llave del agua fría o del agua caliente
Dará vuelta a las dos a la vez
Cómo se arrodilla una mujer que recién ha hecho el amor
Soñará que la felicidad es un viaje por barco
Regresará a la niñez o más allá de la niñez
Cruzará ríos montañas y llanuras noches domésticas
Dormirá con el sol sobre los ojos
Amanecerá triste alegre vertiginosa
Bello cuerpo de mujer
Que no fue dócil ni amable ni sabio.

X
Te de manzanilla
De: Miyó Vestrini

Mi amigo,
El chino,
Escribió una vez sobre cómo se sientan
Y caminan
Las mujeres después de hacer el amor.
No llegamos a discutir el punto
Porque murió como un gafo,
Víctima de un ataque cardíaco curado con té de manzanilla.
De haberlo hecho,
Le habría dicho que lo único bueno de hacer el amor
Son los hombres que eyaculan
Sin rencores
Sin temores.
Y que después de hacerlo,
Nadie tiene ganas
De sentarse
O de caminar.
Le puse su nombre a una vieja palmera africana
Sembrada junto a la piscina de mi apartamento.
Cada vez que me tomo un trago,
Y lo saludo,
Echa una terrible sacudida de hojas,
Señal de que está enfurecido.
Me dijo una vez:
La vida de uno es una inmensa alegría
O una inmensa arrechera.
Soy fiel a los sueños de mi infancia.
Creo en lo que hago,
En lo que hacen mis amigos,
Y en lo que hace toda la gente que se parece a uno.
A veces nos quedamos solos
Hasta muy tarde,
Hablando de los gusanos que lo acosan
Y del terrible calor que le entra todos los días
En esa arena y resequedad.
No ha cambiado de parecer:
Un hambriento,
Un desposeído,
Puede sentarse y hacer amistad con Mallarmé.
Lautréamont nos acompañó una noche
Y le dio la razón al chino:
La poesía debe ser hecha por todos.
Y llegaron los otros:
Rubén Darío mandando en Nicaragua,
Omar Khayyam con sus festejos,
Paul Eluard uniendo parejas de amantes.
Entre todos,
Sumergimos al chino en la piscina, bajo la luna llena,
Y se puso contento
Como cuando tenía un río,
Unos pájaros,
Un volantín.
Ahora está arrecho otra vez,
Porque le llevan flores
Mientras trata de espantar a las cucarachas.
Quería que lo enterraran en Helsinki,
Bajo nieves eternas.
Le dio la vuelta al mundo,
Pasando por Londres donde una mujer lo esperaba,
Y a su regreso,
Tomó un té de manzanilla.
Él,
Que amaba tanto las sombras,
Ya no pudo trasnocharse.
Lúcido y muy hipócrita,
Tenía un miedo terrible a morirse en una cama.
Sé,
Porque me lo escribió en un papelito,
Que la frase que más le gustaba era de David Cooper:
La cama es el laboratorio del sueño y del amor.

XI
Tendrá que ser así
Sinuosos tiempos, estaciones, caminos que nos tocan,
Propicios para el heroísmo más completo
O para guardarnos como cautelosos erizos.
Tempranamente fuimos aventados al margen de las cosas más simples y necesarias,
Clavados con alambradas alrededor de nuestra sangre
Y candados en la boca para oscurecernos.
No tenía remedio
La vida atada a lo melancólico.
Terribles días.
Pero recoge las páginas donde los enamorados escriben cortando con navajas,
Revisa los libros
Busca en las grandes piedras talladas y en los manuscritos del mar,
Desde Gutemberg hasta las dos Declaraciones de La Habana
Busca, acumula, reúne, clasifica,
Sal a la calle con balanza y metro, pesa y mide
Blanco y negro, amor y olvido, agua y fuego,
Filo geográfico y campana celeste.
Al final todo más claro.
Bañamos nuestra cabalgadura solo una vez en aguas del mismo río.
Camina a paso de monte y hazte amigo del viento
Que llevará los pesares al sitio de tu arrebato.
Que los solitarios no te enfaden, pero resuélvete en multitud.
Habla lo necesario con la gente sencilla
Y a su lado vive con ardor.
A los soberbios embóscalos, tírales por mampuesto.
Si nada tienes llénate de coraje y pelea hasta el final.
No te amargues.
Agarra a la amargura por los cuernos y rómpele la nuca
Y si la muerte te señala, sigue cantando
Y en el primer bar que encuentres pide un trago de viejo ron
Y bébete la mirada de la novia y bébete su risa
Y la proximidad de su cadencia y el saludo de su cabellera.
Bébete la vida.
No hay que dejar que el camello de la tristeza pase por el ojo de nuestros corazones.

Selección de Aquiles Nazoa

Lectura para Clubhouse Noviembre 14, 2021

Aquiles Nazoa González (Caracas, Venezuela, 17 de mayo de 1920-Maracay, 25 de abril de 1976) fue un escritor, ensayista, periodista, poeta y humorista venezolano.1​ En sus obras se expresan los valores de la cultura popular venezolana.

Nació en la barriada caraqueña de El Guarataro (ubicada en la parroquia San Juan), en el seno de una familia de escasos recursos económicos. Sus padres fueron Rafael Nazoa, jardinero y Micaela González. Su hermano fue el también poeta Aníbal Nazoa.

Estuvo casado con Estrella Fernández-Viña Martí, sobrina nieta del escritor cubano José Martí. Ella fallecería de tuberculosis poco después del matrimonio. Más tarde, en 1949, contrae nupcias con María Laprea.2​

Es padre de la cronista social y ex-jefa de prensa de la Organización Miss Venezuela: Atamaica Nazoa, el humorista Claudio Nazoa y abuelo del chef Sumito Estévez.

Era un famoso poeta conocido por toda Venezuela.



01
BUENOS DÍAS AL ÁVILA

Buen día, señor Ávila.
¿Leyó la prensa ya?
¡Oh, no…! No se moleste
siga usted viendo el mar,
es decir, continúe
leyendo usted en paz
en vez de los periódicos
el libro de Simbad.
¿Se extraña de la imagen?
Es muy profesional.
¿O es que es obligatorio
llamarlo a usted Sultán
y siempre de Odalisca
tratar a la ciudad?
¡Por Dios, señor, ya Persia
no lee a Omar Khayyám,
y en vez de Syro es Marden
quien manda en el Irán!
Cambiemos, pues, el tropo
por algo más actual:
digamos, por ejemplo,
que usted, pese a su edad
y pese a que en un ojo
tiene una nube (o más),
es un lector celeste
y espléndido, ante el cual
como un gran diario abierto
se tiende la ciudad.

¿Se fija usted? La imagen
no está del todo mal…
¿Que le ha gustado? ¡Gracias!
Volvamos a empezar.

Buen día, señor Ávila.
¿Leyó la prensa ya?
¿Se enteró de que pronto
con un tren de jugar
su solapa de flores
le condecorarán?
¡Oh, no! ¡No, no! No llore,
¿por qué tomarlo a mal?
Será, se lo aseguro,
un tren de Navidad
con el que usted, si quiere,
podrá también jugar.
Serán, sencillamente,
seis cuentas de collar
trepándose en su barba
de viejo capitán.
Tendrá el domingo entonces
un aire de bazar
con sus colgantes cajas
de música que van
de la ciudad al cielo,
del cielo a la ciudad.
¡Adiós, adiós! Los niños
le dirán al pasar
y el niño sube-y-baja
tal vez le cantará:
usted dormido abajo
refunfuñando: ¡Bah…!
y arriba los viajeros
cantando el pío-pá.

Pero ¿por qué solloza
si nada ocurrirá?
¿Le asusta que las kódaks
aprendan a volar?
¿O dígame, es que teme,
¡mi pobre capitán!,
que novios y turistas
se puedan propasar
y como a un conde ruso
lo tomen de barmán?
¿Es eso lo que teme?
¡Pues no faltaba más…!
¡Usted de cantinero…!
¡Qué cómico será!
¡Usted, que más que conde
fue en tiempos un Sultán
con una nube al brazo
diciendo: —Oui, madame,
en tanto que la triste
luna de Galipán
le sirve de bandeja
para ofrecer champán…!

Buen día, señor Ávila,
me voy a retirar.
Saludos a san Pedro
y a los hermanos Wright.
(El Ávila lloraba,
llovía en la ciudad).

02
BUEN DÍA, TORTUGUITA

Buen día, tortuguita,
periquito del agua
que al balcón diminuto de tu concha
estás siempre asomada
con la triste expresión de una viejita
que está mascando el agua
y que tomando el sol se queda medio
dormida en la ventana.

Buen día, tortuguita,
abuelita del agua
que para ver el día
el pescuecito alargas
mostrando unas arrugas
con que das la impresión de que llevaras
enrollada una toalla en el pescuezo
o una vieja andaluza muy gastada.

Buen día, tortuguita,
payasito del agua
que te ves más ridícula y más torpe
con tus medias rodadas
y el enorme paltó de hombros caídos
que llevas sobre ti como una carga
y que con él caminas dando tumbos,
moviendo ahora un pie y otro mañana
como una borrachita,
como una derrotada,
como un payaso viejo
que mira con fastidio hacia las gradas.

Buen día, tortuguita,
borrachito del agua…
¿De dónde vienes, di, con esos ojos
que se te cierran solos, y esa cara
de que en toda la noche no has dormido,
y esa vieja casaca
que se ve que no es tuya,
pues casi te la pisas cuando andas?

Buen día, tortuguita,
filósofo del agua
que te pasas la vida hablando sola,
porque si no hablas sola, ¿a quién le hablas?
¿Quién, a no ser un tonto, atendería
a tus tontas palabras?
¿Ni quién te toma en serio a ti con esa
carita de persona acatarrada
y esa expresión de viejecita chocha
que a tomar sale el sol cada mañana
y que se queda horas y horas medio
dormida en la ventana?

Buen día, tortuguita,
periquito del agua,
abuelita del agua,
payasito del agua,
borrachito del agua,
filósofo del agua…

03
HIGH LIFE DE PRIMAVERA
A Enrique Bernardo Núñez
en su cumpleaños, 1943.

Enrique, natural de la mañana,
vecino de la brisa y su sombrero,
ofrecerá un cocktail de mejorana
y esencia musical de tinajero.

De crinolina irá la damajuana
y en su carro de viento el limonero;
la pomarrosa —aroma en porcelana—
llevará entre los dedos un lucero.

Abejas llegarán en aeroplano,
con su flor eucarística en la mano
dirá el discurso de orden el cardón.

Y Enrique, cabalgando en su corbata,
viajará hacia la luna de hojalata
de un cielo de merengue y algodón.

04
LETRA PARA LA PRIMERA LECCIÓN DE PIANO

Lamparitas de azúcar,
chinelitas de arroz.

Delpino

A la una la luna,
a las dos el reloj,
que se casan la aguja
y el granito de arroz.

A la una mi niña
se me puso a llorar
porque el pobre meñique
se cayó en el dedal.

A la una la novia
con el novio, a las tres,
en la cola, la cola
del pianito marqués.

Y se van, a la una
en su coche, a las tres
—caballitos de lluvia,
cochecito de nuez—.

05
DEDICATORIA

Cuando yo digo el nombre de María,
que para mí es la voz del agua clara,
es como si a los campos me asomara
con la mano de un niño entre la mía.

Porque su nombre es campo en lejanía
con mastranteros de fragante vara
y ella en las manos lleva y en la cara
los olores suavísimos del día.

Así pues fue el amor, sencillamente,
quien su nombre inscribió sobre mi frente
con cinco letras de melancolía.

Y no es mi voz sino el amor quien canta
como espiga sonora en mi garganta
cuando yo digo el nombre de María.

06
SERENATA A ROSALÍA

Levántate, Rosalía,
a ver la luna de plata
que el arroyuelo retrata
y el lago fotografía…

Levántate, vida mía;
¡anda, pues, no seas ingrata!
Levántate con la bata,
o sin ella, Rosalía.

Ay, levántate mi nena:
¡sé complaciente, sé buena
y levántate por Dios!

Levántate, pues, trigueña,
¡que esta cama es muy pequeña
y no cabemos los dos!

07
ODA A LA CUCARACHA

Ya que no hay en el mundo quien te quiera,
yo te canto, animal de chocolate,
que emigraste del viejo escaparate
porque ya no los hacen de madera.

Las damas otoñales de hoy en día,
tan otoñales como vivarachas,
son tus hermanas en coquetería,
pues en su afán de parecer muchachas
tapizadas de polvo y crema fría
se ponen como ciertas cucarachas:
las cucarachas de panadería.

Como hay contigo cosas muy afines
y eres pequeña, oscura y tan versátil,
yo he visto, cucaracha, botiquines
donde te han confundido con un dátil.

Eres un animal interesante
pues con solo mover tus dos alitas
acabas, entre gritos y al instante,
con una agrupación de señoritas.
Y tienes vocación de congresante
porque te gustan mucho las levitas.

A cosas dulces, de muy buena gana,
la gracia de tu nombre les concedes
(me refiero a la rumba mexicana
según la cual ni caminar tú puedes).

Dondequiera que estás juegas la vida:
te asfixias en hedionda naftalina,
y si corres buscando una salida
el hombre a chancletazos te asesina.
Luego al corral escapas perseguida
y allí te espera el otro insecticida,
el más feroz de todos: la gallina.

Y aunque te busquen con aviesos fines,
ni procuras vengarte ni te ofendes,
pues tú, Cucarachita, tan Martínez,
no eres parienta de Martínez Méndez.

08
ELEGÍA A UN ELEFANTE

Arco de Triunfo amable, fallecido
como un anciano tren ya derrumbado;
un juguete de pobre ha sollozado
y una estrella de azúcar ha caído.

Ha muerto el elefante: detenido
el cielo entre sus ojos ha quedado;
Pinocho y Gulliver han regresado
para llorar por él que está dormido.

San Pedrito de plata, dulce abuelo,
abre con tu llavín de caramelo
el huerto de inocentes pomarrosas.

Que el niño grande se ha dormido y sube:
el cuerpo: gavia gris, henchida nube;
la trompa, respirando mariposas.

09
LA LLUVIA

Ayer
volvió a llover…

Vino la lluvia a refrescar jardines
y a impedir la salida de los cines.

Ayer
volvió a llover…

La lluvia es una niña que no tiene
—porque vive desnuda— camisón;
sueltas las trenzas por el aire viene
repartiendo pestón.

Ayer
volvió a llover…

Los poetas, que son sentimentales,
la ponen a bailar tras los cristales.

Ayer
volvió a llover…

¡Oh, bardos! Cómo estáis de equivocados
al no cantar la lluvia en los tejados.

Ayer
volvió a llover…

Colándose por grietas y rincones
y mojando las camas y las sillas;
metiéndose indiscreta en las hornillas
y apagando carbones.

Ayer
volvió a llover…

Porque la lluvia es bella en los cristales,
pero forma terribles barrizales…

Ayer
volvió a llover…

En la calle, en la plaza, en el camino,
a tal punto que sales
de puntillas, salvando manantiales,
hasta que llega algún chofer cretino
y te pone lo mismo que un cochino.

Ayer
volvió a llover…

Mi corazón
es un niño arrullado por el son
de la lluvia de plata,
que cae desde el cielo en una lata
—tin, tan, ton—
bajo el alero roto del balcón.

Ayer
volvió a llover…

Y en medio de esta lírica cantata
a dúo de la lluvia en el balcón,
un muchacho infeliz se medio mata
porque se le desliza una alpargata
y se da un resbalón.

Ayer
volvió a llover…

10
PASA MI PADRE

Ahí va mi padre pedaleando su bicicleta de jardinero.
El lleva sin saberlo la poesía como una violeta en el sombrero.
Y a mi niñez le gustan entusiastamente sus zapatos,
que son como unos caballos viejos y cariñosos.
En aquellos tiempos estaban muy baratas las cosas.
Teníamos una casa de flores que solo nos había costado a razón de
un sufrimiento insignificante el metro cuadrado.
Figúrense cómo estarían las cosas de tan baratísimas entonces,
que yo tenía una hermana llamada Lilia,
a la que no llegué a conocer porque se murió aprovechando lo
barata que se había puesto la muerte por aquellos días.
Mi padre pagó en cómodas cuotas la muerte de aquella niña:
Todos los días al llegar del trabajo, lloraba un poquito sobre
el hombro de mi madre.
Y en cosa de cinco meses estuvo saldada la deuda con la muerte,
cosa que no se puede hacer hoy día. ¡Todo está ahora tan caro!
¡Con decir que las lágrimas están reguladas por el departamento
de control de precios!
Teniendo yo nueve años y él me imagino treinta,
me pidió delicadamente esa mañana que me volviera de espaldas,
mientras él se bañaba con sus inocentes calzoncillos, porque
el mar le gustaba mucho y estaba amaneciendo.
No sé cómo aquel hombre se las arreglaba para que yo y
mi hermana Elba recorriéramos el mundo,
pasajeros los tres en su bicicleta de flores;
lo cierto es que el buen hombre tenía un exquisito olfato comercial,
y los domingos nos llevaba (él puesto su bellísimo sombrero de
violetas y sus conmovedores zapatos, y nosotros sus hijos la niñez
como un vestido de estreno) a mágicos mercados donde los campos
con sus correspondientes ríos y colinas se vendían a dos paisajes
por centavo.
Y en aquellos lugares mi padre cumplía plenamente su vocación
de ladrón irredento,
pues regresábamos los tres a casa con un insólito botín de aromas.

Y todos nos queríamos mucho por eso.
Una vez nos sorprendió un inmenso aguacero durante uno de
aquellos paseos.
Como teníamos miedo Elba y yo, pues había muchos relámpagos y
el río iba creciendo bastante,
mi dulce padre nos acogió a su pecho, un hijo a cada lado, y
estábamos como debajo de un pan, bien que me acuerdo.
Nos besaba con las violetas de su sombrero para consolarnos de
nuestro miedo, y parece que lloraba también, no estoy seguro.
Y desde luego porque en esa ocasión y lugar oímos mi hermana y
yo latir el corazón de nuestro padre Rafael Nazoa bajo la tempestad,
es por lo que desde entonces nos sentimos a ratos tan desdichados
en esta vida.
Y sin embargo, si ahora mismo nos fuera dado elegir:
entre aquella hora y el destino a que fuimos implacablemente
condenados,
yo y Elba elegiríamos el que nos señaló nuestro indefenso padre
aquella tarde que no olvidaremos, pasajeros los tres en su poética
bicicleta de jardinero.

11
LA ABUELA

La dulce abuela, corazón de alubia,
es menuda y es clara como la lluvia.

Arañita de plata, teje violetas
en el pañuelo pañolín de la nieta.

Cuando llora la abuela,
sus lágrimas antiguas mojan la tela
de un aroma sencillo de yerbabuena.

Y sus ojos reflejan
la ventana, el molino, el campanario
y unas niñas jugando a la rueda.

12
ALEGRÍAS PASADAS

Cuán presto se va el placer,
cómo después de acabado
da dolor.

Manrique.

¡Qué ligero se van las alegrías!
Lo que hasta ayer nomás fuera ilusión
es ahora, pasados los dos días,
un enorme ratón.

La Navidad fue apenas un engaño
vestido —mal vestido— de festejos;
la celebramos porque a fin de año
nos sentimos más viejos,

y en fin de fines es en Pascua cuando
podemos contentarnos con la vida,
pues como un año más se está acabando,
más pronto nos estamos acercando
al portón de salida.

¿Cuál es la utilidad de la alegría,
si pasada su efímera dulzura
viene un día y un día y otro día
de luchas y amargura?

La Pascua se acabó y sus alegrías
se marchitaron como viejas flores
y se quedaron muchos mostradores
llenos de hallacas frías.

13
REZO EL CREDO O CREDO DE AQUILES NAZOA

Creo en Pablo Picasso, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra; creo
en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones, que fue crucificado,
muerto y sepultado por el tiempo, pero que cada día resucita en el corazón
de los hombres; creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de
la vida perdurable; creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos
cristales; creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su
rueda maravillosa; creo en la cualidad aérea del ser humano, configurada
en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose como una purísima paloma
herida bajo el cielo del Mediterráneo; creo en las monedas de chocolate
que atesoro secretamente debajo de la almohada de mi niñez; creo en la
fábula de Orfeo, creo en el sortilegio de la música, yo que en las horas de
mi angustia vi, al conjuro de la Pavana de Fauré, salir liberada y radiante
a la dulce Eurídice del infierno de mi alma; creo en Rainer María Rilke,
héroe de la lucha del hombre por la belleza, que sacrificó su vida al acto de
cortar una rosa para una mujer; creo en las flores que brotaron del cadáver
adolescente de Ofelia; creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar,
creo en un barco esbelto y distantísimo que salió hace un siglo al encuentro
de la aurora; su capitán Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles, y
junto a sus sienes un resplandor de estrellas; creo en el perro de Ulises, en
el gato risueño de Alicia en el País de Las Maravillas, en el loro de Robinson
Crusoe, en los ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta, en Beralfiro
el caballo de Rolando, y en las abejas que labraron su colmena dentro del
corazón de Martín Tinajero; creo en la amistad como el invento más bello
del hombre; creo en los poderes creadores del pueblo, creo en la poesía y, en
fin, creo en mí mismo, puesto que sé que hay alguien que me ama.

Dia de Muertos

Breve reflexión del día de muertos.
por Eduardo Romero.

Mi padre murió cuando yo tenía nueve años, morir en México a principios de la década de los ochenta siendo asalariado al mínimo equivalía casi a una sentencia familiar a la miseria, su viuda, mi madre y mi hermano de once años eran mi única familia. Había mas, por supuesto, tíos, tías, primos, abuelos. Todos fueron alejados en parte por el carácter férreo de mi madre y en parte porque el temor de que nos convirtiéramos en alguna carga. Mi padre tuvo también el tino de morirse en navidad, entre una borrachera, una golpiza y una dosis de negligencia médica se encargaron de llevarlo al más allá. Desde entonces dos cosas me han resultado omnipresentes, la muerte como algo cercano y que la Navidad es una mierda.

Yo mismo me he escapado al menos cuatro veces de la muerte, tres en cirujías y una del Covid. En casa ya no ponemos ofrenda, alguna vez lo hicimos, no más, y de la Navidad ni se diga. Pero los muertos que llevamos están ahí, a algunos los llevamos en el ADN, en mi rostro en el espejo reconozco los rasgos del abuelo ebrio que conocí brevemente y del abuelo adinerado y lejano que conocí aún menos. también están mis abuelas, mi madre y padre en cejas, ojos, nariz, orejas y labios. Tambien los bisabuelos, uno me heredó su paciencia y la otra su locura.

Otros muertos no están en el ADN, solo en la memoria, mi novia Anel, mi amante Claudia, mis amigos Alejandro y Catalina, mis socios Rafael y Oscar.
De vez en vez me entero de algún compañero de la vieja escuela que pasó al otro mundo, por las mas variadas razones, entre ellas el alcoholismo que se ha llevado a varios.

Afortunadamente mi madre impidió a sangre y sudor que la sentencia a la miseria se cumpliera en nuestras vidas, cuatro cosas en las cuales puse mi interés desde niño me salvaron también, la tecnología, los negocios, la música, y la poesía. Ésta última me trajo hasta aquí, de la mano de Juan Bautista Villaseca, poeta fallecido en 1968 por quien mi admiración a su palabra escrita simplemente no cabe en este texto, pero que en la ofrenda de mi corazón tiene un cirio, un pan azucarado y media botella de ron.


Poemas de Juan Bautista Villaseca

01
DIURNO PARA UN SONETO A MÉXICO

Este México triste que me duele
en su alegría y en su desventura,
este nopal oscuro que verdura
y hace pájaro al sol para que vuele.

Esta mi Patria mía a que me impele
el ombligo, el maíz, y la tortura;
este verme en un mapa que fulgura
rico y pobre en la vela que me vele.

Este México triste de su suegra,
páramo y tornasol en mesa abierta,
se hace el árbol amargo que me alegra.

México mío, águila que advierte
la puerta siempre de la siempre puerta,
no me dejes afuera de mi muerte.

02
HILO PARA UN SONETO

Amanecido al pie de mi contorno
desayuno mi sombra coagulada,
duelo en los autobuses mi mirada
y me marcho a doler sin cloroformo.

Es humo a lápiz, sal lo que conformo,
es el hotel del mar sin madrugada,
es mi overol de huelga fusilada,
yo en el dolor conozco mi retorno.

A oscuras con mi luz va este minuto
de calle en calle al tres de mi partida,
como un diario periódico de luto.

Vendrá la muerte y me hallará viviendo,
porque al zurcirla siempre a la vida
sólo la tierra me dará el remiendo.

03
DIURNO DE LUTO BLANCO

Estoy de negro, pero me ilumino;
hierba espinada llevo en mis cadenas.
Helechos de la sombra son mis penas.
Hierba espinada soy, pero no espino.

Estoy llorando pero no me inclino,
llevo un invierno de estaciones llenas.
En mi ira la flor no tiene hienas,
me conocen la calle y el camino.

Un algodón esconde mis dolores.
Ya escribir es sentencia de mi vida.
Es el poeta un garañón de flores.

Un río negro pinta mis amores.
De negro iré como la luz vestida.
Un negro que despinte cuando llores.

04
INTENSIDAD DEL CRIMEN

Asalariado a veces por la pena,
cuando no hay más cuchara que una mano
los platos pesan como el mar, temprano
hay alguien que anochece en mi cadena.

Ay, cuánta bomba enferma me condena,
cuánto hospital en mi hijo lejano,
cuánto ataúd para morir en vano,
ay, cuánta sangre muerta por mi vena.

La pana de la risa ya no es tela,
y ya no es tela apellidarse hombre.
Somos como un telar que se cancela.

Ay, cuánto mapa huérfano del trigo,
cuánto matarte a nombre de otro nombre.
Yo, que soy el culpable, se los digo.

05
DIURNO PARA PEDIR UN FAVOR

Vida, dame piedad, que no me pese,
cárgame el nombre que me dio la espina,
si se dobló la luz sobre mi ruina
déjame este maíz que aún se ofrece.

Quiero estar con mi pueblo, aunque le rece
desde el mar que en mis manos no camina,
deja este verso solo en mi cocina
y diga el fuego si es que se muere o crece.

Déjame la piedad, que a nadie arañe
esta mano raspada de ternura,
déjame que cojeando te acompañe.

Dame jabón para limpiar mis lodos,
y aunque en mi rostro llore la basura
no me quites la lágrima de todos.

06
EL POBRE DIABLO

Máscara y ruido, sucia la armadura,
guante que algún relámpago aprisiona,
así es el dinero, no perdona
ni a la puta ni al santo en su moldura.

Con pájaros nuevos se escritura,
su ingeniería deshace y desmorona
el toro de metal con que empitona
el corazón de su bodega impura.

Hace gendarmes, militares, reyes,
y en su molino de papel pintado
un cosmos de bolsillo como muelles.

A todo hace girar y le da nombre,
queda después el circo abandonado
porque la tierra sólo admite al hombre.

07
DIURNO PARA UN POEMA ENLUTADO

A Teodoro Arriga

Hay poemas que se parecen a la muerte,
son tan silvestres
que nos traen de pronto la ceniza,
bajan de una vida que no pesa,
que se recarga entre los sucios huesos,
rascan la piel,
golpean la serpiente del intestino hambriento;
hay poemas que se parecen a los ríos desnudos,
a una cama sin rosas,
a un niño paralítico en medio de su infancia;
hay poemas como este que yo quiero escribir,
versos tiesos de llanto, versos que pisan una tarima herida
de esta casa inundada de trampas por el mundo.

Hay poemas que se parecen a la muerte,
poemas rojos de agonía
donde la vida cae como un ganado estéril
cansado de pastar su desventura,
versos que fácilmente olvidarían
el magistrado,
el ingeniero turbio de los dólares,
y alguno que otro estúpido condecorado en la política,
porque esto es necesario,
hay que hablar de los cines,
del prostíbulo verde que sonrió alguna noche,
de cómo nos fue ayer y nos irá mañana,
de cómo nos hacemos pendejos con la flor en las manos,
mientras los hospitales,
los mercados enfermos de pobreza,
los niños que se arrastran en los años,
están afuera de la tierra,
afuera de la luz,
lamiendo los orines
que de limosna dejan caer los millonarios,
mientras afuera del campo
se ha olvidado otra vez Quetzalcóatl.

Hay poemas que se parecen a la muerte.
Uno se busca en medio del cadáver.
Cuando saca las manos a la vida
se encuentra caminando con un hermano muerto
colgándonos del hombro.

08
HOY, TAL VEZ ESTE DÍA…

Hoy me salgo a vivir, y me difunto
amotinado en la región del duelo,
hoy para andar a pie, bajo del vuelo,
junto a mis puños, junto al pueblo junto.

Ahora no quiero el llanto por asunto,
no me quiero tocar porque me duelo,
estoy como quemándome en el hielo
condenado a la bala con que apunto.

Ha peinado las cárceles la escoba,
para los niños no parió la rosa.
Hoy el amor no fecundó una alcoba.

Déjame entonces el fusil que llevo,
porque no hay tiempo de cavar la fosa,
voy a morir para vivir de nuevo.

09
CORAZÓN, PERRO DE LUTO…

Como un perro de luto que no cesa
de sangrarme su propia mordedura,
trota mi corazón con su montura
de almirante solar de la tristeza.

El mundo muerde, muerde su aspereza
de volantín de cardo que amargura,
y muerde su guitarra que inaugura
como centavo ausente la pobreza.

Yo sólo soy el beso que no tengo,
el rosal que le falta a la alegría,
el dolor seminal de donde vengo.

Pero cercado de dolor y alambre,
partidario de luz, la poesía
lava mi plato usado por el hambre.

10
DIURNO PARA EL ADIÓS Y UN SONETO

El día me lastima las dos manos;
son como dos cubetas ya vacías
cansadas de cargar días y días
el agua ahorcada junto a los pantanos.

Y tú vienes conmigo hasta esos vanos
pies de tierra, fríos, adonde huías,
descalza al fin como las alegrías
que siguen los amores hortelanos.

Me he acostumbrado a siempre despedirme,
llevo un fusil tatuado en la palabra.
Te amo amando para no morirme;

deja quedarme ciego y florecerte
para que no te mire el lecho que abra,
no mirarte en un niño y detenerte.

11
DIURNO DEL TIEMPO CALLEJERO

Del tiempo soy. Yo no me pertenezco.
Soy un verso que va de calle en calle,
de calle en calle voy sin que me calle,
mi lengua es una página en que crezco.

A la raíz de todos me parezco.
Me hallarán donde un pétalo se halle,
pétalo combatiente aunque lo estalle
el metal en que vivo y que perezco.

Quiero caerme y me sostiene un beso;
el beso se va al aire y al olvido.
Sólo el recuerdo queda. Eterno preso.

Al tiempo voy, al tiempo va mi voz.
Las calles no son sueño recorrido,
por ellas veo llorar descalzo a Dios.

12
MONARQUÍA DEL AMOR

Eres la monarquía de los ríos
donde cortan el sol los leñadores,
y vas como de viaje por las flores
del aromo barquero del rocío.

Un beso tuyo es como un hijo mío
vestido de corales labradores,
y están los arcoíris bailadores
calzándote de pasto el pie de frío.

Ternura de jacinto jardinero,
pajar de la legumbre cotidiana,
dame tu riel de amor casamentero,

porque me falta el pan de una manzana
y necesito un vientre verdadero
para parirme el corazón mañana.

Yolanda Pantin

Yolanda Pantin nació en Caracas en 1954, pero su infancia la pasó en Turmero, una pequeña ciudad de Aragua. Es la mayor de once hermanos.  Estudió Artes en la Escuela de Artes Plásticas de Aragua. En 1974 se trasladó a Caracas para cursar Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Dos años después ingresó en el taller literario “Calicanto”, dirigido por la prestigiosa escritora Antonia Palacios.

En 1981, junto con otros poetas como Armando Rojas Guardia, Rafael Castillo Zapata e Igor Barreto, se separó de ese taller para formar el grupo Tráfico. En 1989 fundó, con otros escritores, el Fondo Editorial Pequeña Venecia para la publicación de poesía (donde trabajó como coordinadora hasta 1994) y recibió el Premio Fundarte de Poesía.

Fue becaria de la Fundación Rockefeller en el Bellagio Study Center, a orillas del Lago de Como, en el norte de Italia, casi en la frontera con Suiza. Codirigió la revista El Puente junto con el poeta Igor Barreto y la antropóloga Michelle Ascensio. En Caracas, Pantin también fue directora de la Fundación Casa de la Poesía Juan Antonio Pérez Bonalde y de museología en el Museo de Arte Contemporáneo Alejandro Otero. En 2004 recibió la Beca Guggenheim. En 2017, ganó el XVII Premio Casa de América de Poesía Americana, el primero que se concede a un autor venezolano, con el libro Lo que hace el tiempo (Visor, 2017).

Fuente: La Poeteca de Caracas (2019).

En la mañana de hoy, el jurado del XVII Premio Casa de América de Poesía Americana, reunido en Casa de América y compuesto por Luis García Montero, Jesús García Sánchez, Juan Malpartida, Jorge Galán, Santiago Miralles y Anna María Rodríguez Arias como secretaria, decidió por unanimidad otorgar el galardón a la poeta venezolana Yolanda Pantin por su obra Lo que hace el tiempo. “Se trata de un poemario íntimo que activa al mismo tiempo las regiones de la meditación y el pensamiento.

La poeta venezolana Yolanda Pantin (Caracas, 1954) recibió la tarde del viernes 22 de octubre, de manos del alcalde de Granada, Francisco Cuenca, la estatuilla “Luna”, que la acredita como ganadora del XVII Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca.

Durante el acto, celebrado en el patio del Ayuntamiento de Granada, el regidor agradeció a la premiada su “trayectoria de excelencia intelectual y ética impecable”, y se refirió a la poesía venezolana como “un tesoro cada vez más conocido y apreciado fuera de sus fronteras”.

01
Esta casa surge despacio…

Esta casa surge despacio en el agua de la lluvia que caía por los muros y olía a yerba y a todo eso. Antes salían ellos, los siempre vestidos, y uno se quedaba mirando por detrás de las puertas toda esa agua que irrumpía por los muros y las ventanas abarrotadas. Siempre el gesto cuando el cielo caía desaguándose. También Dios mudaba escaparates en el cuarto de al lado de techo enorme con murciélagos y todo. Uno miraba el aire y predecía; hasta nos besábamos los labios de ser tan fértil la tierra de esta casa. Siempre, siempre, había en los pasillos, en los corredores, en cada una de las columnas, había en el zaguán un miedo acongojado. Nos entran por los ojos letanías cuando de noche relucen candelabros, la mesa y la plata dispuestas, ellos tan vestidos y uno en la puerta rogando de la lluvia por afuera de los muros, la cal y los espejos.

02
Yo soy otra

He aceptado la invitación a viajar.

En el auto,

el paisaje pasa demasiado rápido.

Raspa al oído

la música sorda que el interior repele.

Atravesamos el país sin detenernos,

apenas para orinar o para beber un trago de agua

en las gasolineras.

El verano castiga gris y estático,

como el cielo.

Conversaciones banales distraen el asedio

de las horas muertas.

Levantamos las tiendas

a la orilla de un río ancho y cenagoso.

Las aves chillan al alzar el vuelo.

Me acerco al río

como Narciso al estanque.

Las aguas turbias no reflejan mi rostro.

Yo he soñado con esto.

(la herida ha sanado sobre la carne muerta)


03
Sólo veía una carretera polvorienta

Como el calor me sofocaba dije basta

y me senté de cara a la ventana

para refrescar mi cabeza que tiritaba

al igual que una onza de gelatina

Con el hilo del sudor

hice un collar

para apretarme el cuello

además

las noches eran tristes

y rojas

tanto

que me dediqué a soñar con lo ojos abiertos

Sólo veía una carretera polvorienta

Eran noches nostálgicas

Te dije ahógame

y como no había cuerda

y el hilo en el cuello era invisible

juraste amor eterno

me hiciste una escena de celos

Luego lloramos en voz baja

para no despertar a los niños.

04
Divagación XII

La playa está casi desierta

Lejos del hombre cuyo rostro oculta

una toalla blanca

dos policías conversan

Una familia

ha instalado una sombrilla

que los protege

del sol

Tal vez ignoran lo que ocurre a su lado

Qué importa

El agua

–cuando las olas revientan–

cubre con arena el desolado cuerpo.


05
Los sueños

(en la boca de la noche)

El médico mira

dentro de mis ojos

me hace abrir la boca

Le cuento sueños

cruzaba una piscina con un niño al cuello

A veces me asalta

un hambre de miedo

devoro todo lo que encuentro a mi lado

El médico escucha

latir mi corazón

Asiente

con mucha seriedad

consulta un libro

encima de su escritorio

Estoy perdida

-Ya había mirado dentro de mis ojos-

Le cuento otro sueño

No todo mi corazón te ama

sólo la parte que está enferma.

06
Sonata

Debo enterrarte de mí

ser bruta con todo

lo aquello que tuvimos

tu cuerpo tocado

como un loco

Voy a tocar tus cabellos

de boca enterrada

todo aquello que perdimos

amor mío

el aire los perfiles

voy a enterrarte de mí

con todos mis recuerdos

la vez lejana con mi madre en los rieles

Voy a cavar muy hondo en mi cadáver

Hender la pala en el fruto del cráneo

donde duermes

como una niña inválida.


07
Opacidad

Aunque parezcan de vidrio

nuestros poemas no son diáfanos.

Tendríamos que nacer de nuevo

sin quebrarlos.



08
Brebaje

Lleva memoria y clavitos

en partes iguales, se bebe

al amanecer.

09
Escribir

No hay ninguna

pretensión

en este intento,

si antes era así,

ahora

viene y queda

el gesto

igual a

cuando niña

dibujaba

por placer

y no dormía

hasta pintar

lo que pensaba

y era un mundo

que se hizo

con los años

garabato,

torcedura.

10
El escritor está solo

El escritor está solo

solo ante él

solo ante el mundo

solo ante la persona que ama

Esto último lo aterra

“¿cómo solo?”

Trata de poner en orden sus pensamientos

-la persona amada tiene los ojos color miel-

El escritor tiene un gran miedo

“¿qué diferencia este amor del otro?”

-la persona amada lo mira desde el fondo de sus ojos-

El escritor está aterrado

El amor blande su arma contra un niño.

11
Valzecito

Un hombre está sentado ante otro hombre.

El uno con terror dirige la mirada al cielo raso.

El otro se concentra en el cielo de la boca.

El uno siente un miedo profundo de sufrir

y así lo expresa:“me lastima lo que hace”.

No podemos decir que el otro lo ha escuchado,

sin embargo murmura tal vez para sí mismo:

“Si extirpo la raíz lo habré salvado, pero duele”.



12
Nada por más me arrancará de mi sitio…

Nada por más me arrancará de mi sitio. Igual fulgor me escupió de muerte cuando reía mi madre y todos. La paz es un minuto. Cierro las ventanas, las puertas antiguas de mi casa. Es un minuto. Tú, ellos, de las palabras, de los labios a las palabras recias. Lento, prolongado, insistente. No alcanzo más que golpear. En este sitio. La palabra a golpes desprendida. Volcada de revés. La calma es un minuto.

Haiku

Reflexión de Carlos Pardo. Poeta Español

1
La característica más común de la poesía es narrar una experiencia clausurada para revivirla. El poeta, por lo común, utiliza tiempos verbales en pasado para hacer manifiesta la brecha que lo separa del momento que recuerda, hace hincapié en su melancolía y nostalgia, pero… ¿Y qué pasa si el poeta decide salvar el instante en el presente?
Las tradiciones orientales, en particular la china y la japonesa, no han compartido nuestro prejuicio respecto a la observación directa de la realidad, nuestra idea romántica de que la imaginación es superior a las cosas reales. Para un poeta japonés del siglo XV, por ejemplo, observar es más importante que imaginar o sentir. La máxima expresión de la poesía consistía en condensar, brevemente, una imagen del mundo en toda su tensión dialéctica. Es decir, una escena que mostrara lo más inaprensible: el tiempo.

2
Los japoneses son maestros en pensamiento dialéctico: cada cosa surge por su contrario. Dialéctica, ya sabéis: el mundo se conforma por el poderoso contraste de dos elementos que, al fundirse, forman uno nuevo. Esto vale para el pensamiento, pero también para la peculiar teoría oriental de los opuestos: existen el yin y el yang, nuestra parte pasiva y nuestra parte activa. Pero lejos de ser contrarios a la manera occidental (donde, como vimos, definimos las palabras presuponiendo un significado contrario absoluto), pasivo y activo, blando y duro, femenino y masculino, y etcétera (yin y yang), no son elementos que se den nunca de manera fija ni estática: la realidad es la continua mutación de estos dos elementos que, antes que contradictorios, son complementarios. Son el motor propio de las cosas.

3
El prólogo de la imprescindible antología Jaikus inmortales de Antonio Cabezas:
“¿Qué es un haiku? En cuanto a la forma, es un poema breve, generalmente de diecisiete sílabas, dispuestas en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, respectivamente. […] En cuanto al fondo, se trata de una descripción brevísima de alguna escena, vista o imaginada. No conozco mejor definición que la que dio el propio Matsuo Basho: Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento. […] Sobre si el fin del haiku es la belleza, o el sentimiento, o el Zen, o una ascesis, o el misterio del universo, o la significación y trascendentalidad búdica de cualquier fenómeno menudo, no hay nada definido ni dogmático.

4
Cada uno de los cuatro grandes poetas de haiku adopta sobre el particular una posición distinta. Para Basho el haiku era ciertamente una ascesis a lo Zen. Para Buson, un arte cuyo fin era la belleza. Para Issa, una efusión emotiva de su humanísima y franciscana ternura hacia personas, animales y cosas. Para Shiki, admirador de Buson, una forma literaria y nada más”.
El haiku es, pues, una forma poética japonesa, breve, que lleva practicándose desde el siglo XV. Su sencillez y apego al presente la han mantenido, de alguna manera, siempre joven. Podemos leer haikus de hace cuatro siglos y sentirlos como si hubieran sido compuestos hoy mismo. Otro secreto de su éxito es su sencillez, el abandono de toda retórica. Pero quizá también lo mantenga joven el apego a la temporalidad, a lo fugaz. Otra de las paradojas del
pensamiento poético: cuanto más fugaz el motivo, más eterno el resultado.

5
Suele decirse que el haiku debe contener una referencia a las estaciones del año: un kigu. Por ejemplo: la flor del ciruelo y las libélulas, en primavera; las ranas, peonías o chicharras en verano; los patos, en otoño; la nieve y los campos yermos, en invierno. Pero antes que la referencia concreta, lo que debe existir es una tensión entre la temporalidad y la quietud. El Haiku capta la dialéctica de la realidad: el presente contiene todos los tiempos a la vez. Y quizá debemos pedirle a un buen haiku que tenga lo que Roland Barthes, el crítico francés, le pedía a una buena foto: punctum. El punctum es ese azar despunta en una escena, “la flecha que viene a clavarse y despierta mi emoción”. Es la sensación de que la imagen que vemos contiene el tiempo: es decir, la muerte. “Esto que ves ha sido”. Además, en el haiku, como en el punctum de Barthes, este azar o contingencia que manifiesta el tiempo suele mostrarse por el choque de dos elementos dispares. Un haiku no es una metáfora. El haiku es mucho más sencillo y complejo a la vez: debe contener el tiempo.

6
Addendum Taro Yamada: Quizá nuestra lengua, que no es concentrada como la japonesa, vive con dificultad esa restricción métrica para expresar, con viveza y contraste, la dialéctica del tiempo dentro del instante. En occidente usualmente se reconoce un haiku por su métrica de versos de 5-7-5 sílabas, pero pensemos en japonés: en escritura KANJI no hay «sílabas» sino «onjis/ideagramas». Ideogramas escritos que muchas veces son mono-silábicos, pero otras veces no. Los haikus nacieron para decorar cuadros naturalistas bellamente pintados en papel de arroz con tinta e-sumi y pinceles estilizados. Eran más bien caligramas dibujados en una esquina de la pintura que lo representaba. Tres columnas de ideogramas balanceados geométricamente: escritos de arriba hacia abajo y de derecha a izquierda… 5-7-5. Por eso tampoco tienen título, pues roban el instante y rompen la geometría. A veces se considera el primer verso como título. Cuando se recitaban, eran leídos en lotes con largos silencios entre cada uno (como los himnos, sin aplausos), para crear en el escucha la imagen lenta y elaborada, como quien deleita un dulce en el paladar: practicando el axioma Zen que la verdadera poesía está en el silencio. La poeta Ana Blandiana lo resume: «El propósito de la poesía es restaurar el silencio»

7
Addendum Octavio Paz: un organismo poético muy complejo. Su misma brevedad obliga al poeta a significar mucho diciendo lo mínimo. Desde un punto de vista formal, el haikú se divide en dos partes. Uno da la condición general y la ubicación temporal y espacial del poema (otoño o primavera, un ruiseñor); la otra, relampagueante, debe contener una elemento activo. Una es descriptiva y casi enunciativa; la otra, inesperada. La percepción poética surge del choque entre ambas. La índole misma del haikú es favorable a un humor seco, nada sentimental. El haikú es una pequeña cápsula cargada de poesía capaz de hacer saltar la realidad aparente.

8
BASHO


Un viejo estanque.
Se zambulle una rana:
ruido del agua.


La suave brisa,
la risa de las flores:
Es primavera.

Mis ojos brillan
de tanto contemplarte,
flor de cerezo.

Las aves tristes,
se va la primavera.
Los peces lloran.

Bajo un sombrero
disfruto de la sombra,
aún estoy vivo.

9

BASHO II
Luna de agosto,
redonda como un tronco
recién cortado.

El mar ya en sombra,
los gritos de los patos
son casi blancos.

Lirio púrpura,
te miro y crece en mí
este poema.

¡Oh, luciérnaga!
Pronto desapareces…
La luz del día.

Primeras flores,
mi vida se prolonga
sólo por verlas.


10
BASHO III

Todo está en calma.
Chirridos de chicharras
perforan rocas.

Los monjes beben
el té del amanecer.
Flor de silencio.

Mira ese pino
parece estar creciendo
sobre la niebla.

El cuco canta
siempre lejos del mundo
de los poetas.

Vayamos juntos
a contemplar la nieve
hasta agotarnos.

11
BASHO IV

Año tras año
se alimenta el cerezo
de hojas caídas.

Un relámpago.
El grito de la garza
iluminada.

Qué admirable,
un relámpago y nadie
comprende nada.

Cuando el cerezo
florece, nada sé
como el poeta.

Cae una hoja
y comienza a volar
la luciérnaga.

12
BASHO V

Este camino
nadie ya lo recorre,
salvo el crepúsculo.

También mi nombre
se lo llevará el río
como a las hojas.

El viento helado
entró en mi corazón.
Salgo de viaje.

13
ISSA

El ruiseñor
tiene una voz lluviosa
por la mañana.

Montes lejanos
refleja la pupila
de la libélula.

Si mariposa
y perrito se miran
el mundo sobra

Voy a salir,
disfrutad del amor
moscas de casa.

Con compañía,
qué bien discutiría
bajo esta luna.

Al Fuji subes
despacio —pero subes,
caracolito.

Aun bajo los árboles,
mi casa, cuando la luna brilla,
es mi casa.

no tengo nada,
¡salvo esta quietud,
esta frescura!

14
BUSON

Pasó el ayer,
pasó también el hoy;
se va la primavera.

En el amarillo claro
de la bufanda
permanece el frío.

Ciruelo de blancas flores;
alguien te sembró
fuera de la cerca.

Las flores rojas del ciruelo
caen ardientemente;
el excremento del caballo

El llanto del ruiseñor-
su pequeña boca
abierta.
-Esta mañana
la luz del sol
sobre las cabezas de las sardinas

RENSETSU
Capaz solita
de cuidarse a sí misma,
¡ah, la sandía!

SANTOKA
Mi cuenco de mendigar
ha aceptado
las hojas que le han caído

15
JORGE LUIS BORGES

¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.

¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?

La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.

Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna.

¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

La luna nueva.
Ella también la mira
desde otra puerta.

Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.

16
Mario Benedetti

tiembla el rocío
y las hojas moradas
y un colibrí

Ladrón cazado:
con los bolsillos llenos
de setas frescas.

si en el crepúsculo
el sol era memoria
ya no me acuerdo

la muerte invade
de vez en cuando el sueño
y hace sus cálculos

las religiones
no salvan / son apenas
un contratiempo

lo peor del eco
es que dice las mismas
barbaridades

a nuestra muerte
no conviene olvidarla
ni recordarla

los sentimientos
son inocentes como
las armas blancas

son manos locas
de pianista o de herrero
las que nos hablan

los hombres odian
presumen sueñan pero
las aves vuelan

cada suicida
sabe dónde le aprieta
la incertidumbre

después de todo
la maniquí no sabe
que es libertina

en plena noche
si mis manos te llaman
tus pechos vienen

17
JOSE JUAN TABLADA

Es mar la noche negra;
la nube es una concha;
la luna es una perla.

Bajo el celeste pavor
delira por la única estrella
el cántico del ruiseñor.

Tierno saúz
casi oro, casi ámbar,
casi luz.

Hormigas sobre un
grillo, inerte. Recuerdo
de Gulliver en Liliput.

Recorriendo su tela
esta luna clarísima
tiene a la araña en vela.

Porfía la libélula
por emprender su cruz transparente
en la rama desnuda y trémula

Por nada los gansos
tocan alarma
en sus trompetas de barro.

El jardín está lleno de hojas secas;
nunca vi tantas hojas en sus árboles
verdes, en primavera.

Parece la sombrilla
este hongo policromo
de un sapo japonista.

Al golpe del oro solar
estalla en astillas el vidrio del mar.

18
OCTAVIO PAZ

Hecho de aire
entre pinos y rocas
brota el poema.

Troncos y paja
por las rendijas entran
Budas e insectos.

Luna reloj de arena
la noche se vacía
la hora se ilumina.

Sobre la arena
escritura de pájaros
memorias del viento.

19
WILLIAM CARLOS WILLIAMS

muchas cosas dependen
de una
carretilla
roja
barnizada
image.gifpor la lluvia
entre gallinas
blancas.

20
TOMAS TRANSTORMER

Pared de pena
Palomas van y vienen:
no tienen rostros.

Los pensamientos
en calma de mosaicos
en el palacio.

Zumba la lluvia.
Yo susurro un secreto
para entrar allí.

Un soplo duro
atraviesa la casa:
son los demonios.

Bosque asombroso:
Dios sin dinero vive.
Claras murallas.

Blanca y negra,
terca urraca, en zigzag
va por el campo.

De pie en el balcón,
esa jaula de sol:
como un arcoíris.

Sol de noviembre…
Mi sombra nada, enorme:
se hace espejismo.

Me ve la muerte:
problema de ajedrez.
Ya lo ha resuelto.

El silencio gris.
Pasa, azul, el gigante.
La brisa del mar.

21
Juan José Domenchina

Pájaro muerto
¡Qué agonía de plumas
en el silencio!

Alexis Gómez-Rosa 

El camino se recoge
en la mirada: nos abraza
el horizonte.

Dionisio López Cabral

Aquel lugar sencillo
donde los lagartos
llevan agua a los muertos.

Rafael Abreu Mejía,

La noche me mira
con millones de ojos
acusadores.

Basilio Belliard

Cae la hora.
La gota de rocío
salta en llamas.

22
ANTONIO MACHADO
¡Pardos borriquillos
de ramón cargados,
entre los olivos!

Encuentro lo que no busco:
las hojas del toronjil
huelen a limón maduro.

Canta, canta, canta,
junto a su tomate
el grillo en su jaula.

La primavera ha venido:
¡aleluyas blancas
de los zarzales floridos!

¡De amarillo calabaza,
en el azul, cómo sube
la luna sobre la plaza!

23
CARLOS RUBIO
Rasca el asfalto
en mitad de la noche
una hoja seca.

Un tomate
escondido en la mata.
Acecha el mundo.

En el silencio
del río, quince patos.
Cerca, la noche.

Qué cosa extraña
bajo un árbol sin hojas
sentirse vivo

Feo y sin brillo.
De calores vencido,
viejo geranio.

La talanquera.
De líquenes vestida
Ya nadie la abre.

POEMAS DE RAMÓN PALOMARES

Ramón David Sánchez Palomares (Escuque, Trujillo, 7 de mayo de 19351​ – Mérida, 4 de marzo de 2016) fue un poeta venezolano. En 1975 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su libro Adiós Escuque; en 2006 resulta ganador del primer Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora; y en 2010 del Premio Iberoamericano de Literatura.

01

SOL

Ya vienes echando rosas, ya vienes abriendo oro,
ya te pusites los montes;
despertates las colinas y las matas de malva
Gran perro que viene del Infierno
echando olas,
revolvé las nubes,
ponélas de pájaros, de caballos, de pueblitos
con los ramos de candela
de muy lejos.

02

EL VIENTECITO SUAVE DEL AMANECER CON LOS PRIMEROS AROMAS – POEMAS NRO. 1

Amor Amor Mira Ha llegado el tiempo de florecer
Ha llegado el tiempo de soñar Ya se han bajado las nubes
Ya se han revelado los jazminales Las margaritas están levantando
Con mucho oro y mucho diente de blancor
Ya las rosas han cuajado sus nácares

Mira Es la hora de beber Baja el licor y encanta
Con tan finos ardores
Ay Alegría! Te vi
Con celo me estremeces

Y con besos me despierto Cuánta salud es mi huésped
La dicha aparece y se hace más alta
Ven

– Ay pero qué es lo que en verdad llamas Amor?
Primero todos los colores Primero el rojo el azul el amarrillo el blanco mate de la perla
El verde con sus ramas
Y también las canciones de flores La músico de las hojas al volar
Los versos que dice la berbería y el lirio y la madreselva y la cayena
Y el malabar
Sin dejar de nombrar olores esas llamas blancas que entran por las aletas
De la blanda nariz Aromas Porque la casa del Amor es la casa de los
Aromas
Ah Sí
Y todas las ternezas que lavan la pial Aires cargados de finísimo polen
Y bálsamo que por esos caminos desandan y levedades de todos los arboles
Y talco de tantas quebraduras de tierra.

03

SALUDOS

Saludos, precioso pájaro.
Y no abandones el oro de las plumas
entre aquellas nubes
ni pierdas el canto en el dominio de los truenos.
No sea que pases del cielo
y quedes preso en los astros.

De viajes cuánto se ha perdido,
cuánta ola estrellada en el acantilado,
mientras tus alas
robaban fulgores al poderoso perro del cielo.
Y cuánto de lluvias,
de verano, de hierba roja
por la implacable estación.
O de gris, nieblas y continuado fantasma
frente al joven enamorado de barcos.
Los vecinos perdidos,
el llanto de amigos
que he visto secar en paños
por olvidos e irremediable paso.
Ni qué decir de la muchacha
cuyo pecho hasta ayer fuera tan liso
y que luego se ha visto
como exquisito racimo.

Saludos.
Pero, amigo de viajes,
¿cómo poder contar las pérdidas,
ventas que se han hecho,
nuevas adquisiciones?
si la modesta familia
vende las posesiones de provincia
y compra apartamentos confortables,
¿no hemos vendido al corazón
y una y otra vez
cambiado los pareceres de conciencia
para entender mejor las noticias a la semana?
Y mientras tú por el pasado año
te entregabas a los aromosos cielos del norte,
aquí las muertes y los nacimientos
cambiaban las cuerdas del buque
y hacían trastabillar al viejo.
Y mientras robabas a ese perro
los bellos fulgores,
el oro para majestad en tus alas,
los cambios de ciudad,
las venidas al amor,
los cantos de una ilusionada nube
que nos ahogara en deseos
pintaban nuevas y extrañas figuras
en la quilla del buque.

Y entretanto no había más
que el incesante brillo
y el incesante batir de esas alas
sobre espumas y ciudades,
sobre campiñas y lejanas praderas;
más allá de las torres establecidas por la caída de noches.
No había más que esos ojos absortos,
fijos hacia el norte o el sur,
la cola firme,
a manera de timón,
y el impulso
y la ruta que algún hilo indicaba.
Y el cielo, y los aromas
de flores muertas o recién abiertas
y los aires cambiantes.

Y nada más había para ti, amigo de viajes;
las idas, los regresos
encontraban esas pupilas
quietas, serenas, tendidas
en medio a las carreras que el cielo juega.

Saludos.
Apenas para ti hay tiempo de cantar
en el delicioso jardín
y sacudir en el estanque las alas
allí donde el viento no ha podido vencer.

04

EL VIENTECITO SUAVE DEL AMANECER CON LOS PRIMEROS AROMAS – POEMAS NRO. 5

Busco un ser del cielo Una gota del cielo
Un ramo del cielo que sea tu semejanza
Ah te asemejé con un pájaro Mírate Mírate sobre el lecho
Tiendes el vuelo Los veneros de la noche se duermen
Vuelve Vuelve

Otra vez soy la carne entre las flores Otra vez el plumaje que se
Incendia en las flores Otra vez Amor
Y tu sonrisa más poderosa que la bondad Y más inaccesible
Mata
Y levanta de la muerte
Al entrar en tus bosques Al despertar y conocerte
Había allí un antiguo camino Las Flores amarillas eran sus viajeros
Arbustos con la hija muy fina Todos
Con buen aceite Subían sobre la yerba de hojas violentas
Entonces sonaron densas oquedades Lianas y caídas de tierra y copas
Y muchos árboles peleándose

El color se bañaba
Las aguas jamás
Tuvieron más nobleza.

05

UN GAVILAN

Se paró el gavilán y se quedó pegado en las nubes
y ya no pudo dar más vueltas
y le dijeron:
Ya no podés hacer más hilo, ya no vas a poder tejer el cielo,
entonces todas las flores que estaban se pusieron tristes
y comenzaron a secarse
y entraron caminando en una cueva
y se veía una fila de gladiolas que iban rezando
y cuatro coronas de orquídeas y rosas
y así se estaba quieto el gavilán allá arriba
viendo que las montañas se habían puesto negras
y que los ríos parecían urnas;
cuando llegó un gran viento y dijo a resoplar
y estremecía los árboles como si fueran ropa colgada
y bajaron todas las estrellas y se pusieron a hablar
y salieron volando las nubes y dando vueltas
brincando por las colinas
y las praderas estaban muy contentas y les brillaban los dientes de risa.
Entonces se desató el gavilán y se sentó en una silla a beber
y se emborrachó y dijo a cantar
y nombró a todos los que habían venido para ayudarlo
y le parecían las alas como lunas
y los ojos que tenía era el sol que se le había metido en la cabeza
y a él se le llamaba el gran tejedor
porque anudó todo lo que había y puso en el cielo un barco
que va nadando, nadando
enseñando todos los sueños.

06

El SOL

Andaba el sol muy alto como un gallo
brillando, brillando
y caminando sobre nosotros.
Echaba sus plumas a un lado, mordía con sus espuelas al cielo.

Corrí y estuve con él
allá donde están las cabras, donde está la gran casa.
Yo estaba muy alto entre unas telas rojas
con el sol que hablaba conmigo
y nos estuvimos sobre un río
y con el sol tomé agua mientras andábamos
y veíamos campos y montañas y tierras sembradas
y flores
cantando y riéndonos.
Allí andaba el sol
entre aquellas casas, entre aquellos naranjos,
como una enorme gallina azul, como un gran patio de rosas;
caminando, caminando, saludaba a uno y a otro lado;
hasta que me dijo:
Mi amigo que has venido de tan abajo
vamos a beber
y cayó dulce del cielo, cayó leche hasta la boca del sol.

07

EN EL PATIO

Pues me estuve entre las flores del patio
Con las cayenas
Gozando con las hojas y los rayos del cielo.

Aquí pongo mi cama y me acuesto
Y me doy un baño de flores.
Y después saldré a decirles a las culebras y a las gallinas
Y a todos los árboles.
Me estuve sobre las betulias y sobre las tejas de rosas
Conversando, cenando, escuchando al viento.
Yo me voy a encontrar un caballo y seremos amigos.

Mañana le digo al saúco que me voy
Hasta muy lejos, hasta allá donde están cantando los hombres,
Donde corren los muertos y se entierran.
Yo caminaba por unos árboles, por unas hojas doradas
Y me comía las estrellas, y me senté
Y escuché la hierba alta y vi los ojos de un mujer
Que brillaban como un diente
Entonces arrojé una gran rama de naranjo
Y todo quedó oscuro.

08

PÁRAMO

Pasó la niebla por las cuestas,
Tapó con su noche,
Ningún pájaro se ve por los montes,
Ninguna luz.

Cantá por qué estás tan sola
Por qué llorás
Por qué te metites donde estamos los tristes.

Cuerdita de la montaña, pájaro de los siete colores,
A quién le cantás,
A quién le decís de querer.

Allá está la que tiene un gran vestido,
Se la pasa llorando,
Se la pasa bebiendo de la montaña.

Echaron agua bendita
Y se murieron las torcaces y dejaron
Esterado de plumas todo.
Ay,
Cuando estás cantando
Todo se mueve, todo se vuelve
Hacia donde cantas.

Te llamaré paloma, te llamaré miel,
Te diré piedrita de río.

Cuerdita de la montaña, pájaro de los siete colores:
¿A quién le decís de querer?

09

ABANDONADO

Ay, que no tengo un patio para asolearme,
que no tengo cuarto,
que no tengo ni una ventana;
yo que tenía tantos patios como limones,
tantos naranjos,
tantos zapotales;

que era rico, que tenía animales en casa,
que me acostaba en el café y me reía y me ponía rojo de reír
y me estaba bajo las matas oliendo el monte,

pero ya se me fue, ya me quedé solito,
ya el sol me dijo que no.
—¿Y qué vas a hacer ahora?—me dijeron los gallos—,
ya nosotros nos vamos, ya te dejamos,
aquí no nos vamos a estar.

Voltié de la cama y miré
y me dijo la cama que se iba,
y quedé en el suelo y me dijo el suelo: —Me voy,
y quedé en el aire
y me dijo el aire: —No te sostengo,
y me quedé en los naranjos y los naranjos me dijeron:
—Nosotros nos vamos.
Yo que tenía tanta luz,
yo que me vestía con lunas
y tenía la fuerza de mi nuca.
Una vez me vi en las montañas como piedra encendida
y tenía coraje y vigor,
ay, que me metí en la niebla, que estoy apagado:
—Qué se me hicieron las casitas,
qué se me hicieron?

Yo tenía tanto ganado que se veía
como un pueblo
cuando llegaba,
y se veían montes en el polvo
y se entusiasmaban los días, y era que tenía
tantas casas que cada sueño lo vivía en una y no se me acababan.

Hasta que me fuera dejando
y fue esa luna roja, esa piedra negra,
esa rosa que me venía iluminando, iluminando.

10

MÁS ALLÁ DE NOSOTROS

Conversaciones que venían
Hoscas
Buscándonos
Gentes del sueño y Gentes del Viento
Árboles ventosos y golpes en el corazón
Y al cabo estábamos volando
conversando
Árboles ya y gentes del sueño y vientos
(con el alma errada y un errante árbol
Furiosos, Incorpóreos,
dando vueltas en torno a la vida
y desentrañándonos
desentrañándonos
Más allá de nosotros.

11

PAJARITO QUE VENÍS TAN CANSADO

Pajarito que venís tan cansado
y que te arrecostás en la piedra a beber
Decime. ¿No sos Polimnia?
Toda la tarde estuvo mirándome desde No sé dónde
Toda la tarde
Y ahora que te veo caigo en cuenta
Venís a consolarme
Vos que siempre estuviste para consolar
Te figurás ahora un pájaro
Ah pájaro esponjadito
Mansamente en la piedra y por la yerbita te acercás
— “Yo soy Polimnia”
Y con razón que una luz de resucitados ha caído aquí mismo
Polimnia riéndote
Polimnia echándome la bendición
—Corazón purísimo,
Pajarito que llegas del cielo
Figuración de un alma
Ya quisiera yo meterte aquí en el pecho
darte de comer
Meterte aquí en el pecho
Y que te quedaras allí
lo más del corazón.

Reflexiones a partir de la poesía amorosa

Breve selección de poesía amorosa y/o erótica para reflexionar a partir de la misma, lectura en Clubhouse Octubre 7, 2021

01

Pedro Salinas

Si me llamaras

¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

¡Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
—¡si me llamaras, sí, si me llamaras!—
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas.»

02

Pedro Salinas

Cuando tú me elegiste

Cuando tú me elegiste
—el amor eligió—
salí del gran anónimo
de todos, de la nada.
Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.
Nunca baje más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.
Y mi alegría estaba
triste, como lo están
esos relojes chicos,
sin brazo en que ceñirse
y sin cuerda, parados.
Pero al decirme: «tú»
-a mí, sí, a mí, entre todos-,
más alto ya que estrellas
o corales estuve.
Y mi gozo
se echó a rodar, prendido
a tu ser, en tu pulso.
Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo, ¿Hasta cuándo?
Sé que té volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.
Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.
Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida.

03

Julio Cortázar

Ceremonia recurrente

El animal totémico con sus uñas de luz,
los ojos que junta la oscuridad debajo de la cama,
el ritmo misterioso de tu respiración, la sombra
que tu sudor dibuja en el olfato ,el día ya inminente.
Entonces me enderezo, todavía batido por las aguas
del sueño,
vuelvo de un continente a medias ciego
donde también estabas tú pero eras otra,
y cuando te consulto con la boca y los dedos, recorro
el horizonte de tus flancos
(dulcemente te enojas, quieres seguir durmiendo, me dices
bruto y tonto,
te debates riendo, no te dejas tomar pero ya es tarde,
un fuego
de piel y de azabache, las figuras del sueño)
el animal totémico a los pies de la hoguera
con sus uñas de luz y sus alas de almizcle.

Y después despertamos y es domingo y febrero.

04

Carilda Oliver Labra

Me desordeno, amor, me desordeno

Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada,
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

05

Carilda Oliver Labra

Anoche

Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.

El joven
nadaba como las olas.
Era tétrico,
suave,
me dio con un martillito en las articulaciones.

Vivimos ese rato de selva,
esa salud colérica
con que nos mata el hambre de otro cuerpo.

Anoche tuve un náufrago en la cama.
Me profanó el maldito.
Envuelto en dios y en sábana
nunca pidió permiso.

Todavía su rayo láser me traspasa.
Hablábamos del cosmos y de iconografía,
pero todo vino abajo
cuando me dio el santo y seña.

Hoy encontré esa mancha en el lecho,
tan honda
que me puse a pensar gravemente:
la vida cabe en una gota.

06

Efraín Huerta

Los Ruidos del alba

I

Te repito que descubrí el silencio
aquella lenta tarde de tu nombre mordido,
carbonizado y vivo
en la gran llama de oro de tus diecinueve años.

Mi amor se desligó de las auroras
para entregarse todo a su murmullo,
a tu cristal murmullo de madera blanca incendiada.

Es una herida de alfiler sobre los labios tu recuerdo,
y hoy escribí leyendas de tu vida
sobre la superficie tierna de una manzana.

Y mientras todo eso,
mis impulsos permanecen inquietos,
esperando que se abra una ventana para seguirte
o estrellarse en el cemento doloroso de las banquetas.
Pero de las montañas viene un ruido tan frío
que recordar es muerte y es agonía el sueño.

Y el silencio se aparta, temeroso
del cielo sin estrellas,
de la prisa de nuestras bocas
y de las camelias y claveles desfallecidos.

II

Expliquemos al viento nuestros besos.
Piensa que el alba nos entiende:
ella sabe lo bien que saboreamos
el rumor a limones de sus ojos,
el agua blanca de sus brazos.

¡Parece que los dientes rasgan trozos de nieve.
El frío es grande y siempre adolescente.
El frío, el frío: ausencia sin olvido.)

Cantemos a las flores cerradas,
a las mujeres sin senos
y a los niños que no miran la luna.
Cantemos sin mirarnos.

Mienten aquellos pájaros y esas cornisas.
Nosotros no nos amamos ya.
Realmente nunca nos amamos.

Llegamos con el deseo y seguimos con él.
Estamos en el ruido del alba,
en el umbral de la sabiduría,
en el seno de la locura.

Dos columnas en el atrio
donde mendigan las pasiones.
Perduramos, gozamos simplemente.

Expliquemos al viento nuestros besos
y el amargo sentido de lo que cantamos.

No es el amor de fuego ni de mármol.

El amor es la piedad que nos tenemos.

07

Angel González

Alga quisiera ser, alga enredada…

Alga quisiera ser, alga enredada,
en lo más suave de tu pantorrilla.
Soplo de brisa contra tu mejilla.
Arena leve bajo tu pisada.

Agua quisiera ser, agua salada
cuando corres desnuda hacia la orilla.
Sol recortando en sombra tu sencilla
silueta virgen de recién bañada.

Todo quisiera ser, indefinido,
en torno a ti: paisaje, luz, ambiente,
gaviota, cielo, nave, vela, viento…

Caracola que acercas a tu oído,
para poder reunir, tímidamente,
con el rumor del mar, mi sentimiento.

08

Antonio Gamoneda

Amor
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.

09

Angel González

Muerte en el olvido

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.

Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.

Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita…

Selección Poetica de Luis Alberto de Cuenca


Luis Alberto de Cuenca Prado (Madrid, 29 de diciembre de 1950) es un helenista, filólogo, poeta, traductor, ensayista, columnista, crítico y editor literario español. Es académico de número de la Real Academia de la Historia,académico de la Academia de Buenas Letras de Granada, vocal del Real Patronato del Museo del Prado​ y miembro del jurado del Premio Princesa de Asturias de las Letras.

01
Cuando vivías en La Castellana


Cuando vivías en la Castellana
usabas un perfume tan amargo
que mis manos sufrían al rozarte
y se me ahogaban de melancolía.
Si íbamos a cenar, o si las gordas
daban alguna fiesta, tu perfume
lo echaba a perder todo. No sé dónde
compraste aquel extracto de tragedia,
aquel ácido aroma de martirio.
Lo que sé es que lo huelo todavía
cuando paseo por la Castellana
muerto de amor, junto al antiguo hipódromo,
y me sigue matando su veneno.



02
Conversación


Cada vez que te hablo, otras palabras
escapan de mi boca, otras palabras.
No son mías. Proceden de otro sitio.
Me muerden en la lengua. Me hacen daño.
Tienen, como las lanzas de los héroes,
doble filo, y los labios se me rompen
a su contacto, y cada vez que surgen
de dentro -0 de muy lejos, o de nunca-,
me fluye de la boca un hilo tibio
de sangre que resbala por mi cuerpo.
Cada vez que te hablo, otras palabras
hablan por mí, como si ya no hubiese
nada mío en el mundo, nada mío
en el agotamiento interminable
de amarte y de sentirme desamado.

03
Nocturno


Apagaste las luces y encendiste la noche.
Cerraste las ventanas y abriste tu vestido.
Olía a flor mojada. Desde un país sin límites
me miraban tus ojos en la sombra infinita.

¿Y a qué olían tus ojos? ¿Qué perfume de oro
y de agua limpia y pura brotaba de tus párpados?
¿Que invisible temblor de cristales de fuego
agitaba la seda lunar de tus pupilas?

Recamaste la almohada con hilos de azabache.
Tejiste sobre el sueño un velo de blancura.
Eras la rosa pálida tiñéndose de rojo,
la rosa del veneno que devuelve la vida.

La blusa, el abanico, una pluma violeta,
el broche con la perla y el diamante en el pecho.
Todo abierto y en paz, transparente y oscuro,
sin dolor, navegando rumbo a tus manos frías.

04
La noche blanca


Cuando la sombra cae, se dilatan tus ojos,
se hincha tu pecho joven y tiemblan las aletas
de tu nariz, mordidas por el dulce veneno,
y, terrible y alegre, tu alma se despereza.

Qué blanca está la noche del placer. Cómo invita
a cambiar estas manos por garras de pantera
y dibujar con ellas en tu cuerpo desnudo
corazones partidos por delicadas flechas.

Nieva sobre el espejo de las celebraciones
y la nieve eterniza el festín de tus labios.
Todo es furia y sonido de amor en esta hora
que beatifica besos y canoniza abrazos.

Para ti, pecadora, escribo cuando el alba
me baña en su luz pálida y tú ya te has marchado.
Por ti, cuando el rocío bautiza las ciudades,
tomo la pluma, lleno de tu recuerdo, y ardo.

05
Los gigantes de hielo


Han vuelto los Gigantes de Hielo a visitarme.
No en sueños. A la luz del día. Con los yelmos
relucientes y el rostro selvático y maligno.
Tenía tanto miedo que no supe decirles
que te habías marchado. Lo registraron todo,
maldiciendo la hora en que Dios creó el mundo,
jurando por los dientes del Lobo y por las fauces
del Dragón, escupiendo terribles amenazas,
blasfemando y rompiendo los libros y los discos.
Al ver que tú no estabas se fueron, no sin antes
anunciar que darían con tu nuevo escondite
y serías su esclava hasta el fin de los tiempos.
Donde estés, amor mío, no les abras la puerta.
Aunque se hagan pasar por hombres de mi guardia
y afirmen que soy yo quien los envía.

06
Mal de ausencia


Desde que tú te fuiste, no sabes qué despacio
pasa el tiempo en Madrid. He visto una película
que ha terminado apenas hace un siglo. No sabes
qué lento corre el mundo sin ti, novia lejana.

Mis amigos me dicen que vuelva a ser el mismo,
que pudre el corazón tanta melancolía,
que tu ausencia no vale tanta ansiedad inútil,
que parezco un ejemplo de subliteratura.

Pero tú te has llevado mi paz en tu maleta,
los hilos del teléfono, la calle en la que vivo.
Tú has mandado a mi casa tropas ecologistas
a saquear mi alma contaminada y triste.

Y, para colmo, sigo soñando con gigantes
y contigo, desnuda, besándoles las manos.
Con dioses a caballo que destruyen Europa
y cautiva te guardan hasta que yo esté muerto.

07
Soneto del amor oscuro


La otra noche, después de la movida,
en la mesa de siempre me encontraste
y, sin mediar palabra, me quitaste
no sé si la cartera o si la vida.

Recuerdo la emoción de tu venida
y, luego, nada más. ¡Dulce contraste,
recordar el amor que me dejaste
y olvidar el tamaño de la herida!

Muerto o vivo, si quieres más dinero,
date una vuelta por la lencería
y salpica tu piel de seda oscura.

Que voy a regalarte el mundo entero
si me asaltas de negro, vida mía,
y me invaden tu noche y tu locura.

08
El desayuno


Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

09
Voy a escribir un libro


Voy a escribir un libro que hable de las (poquísimas)
mujeres de mi vida. De mi primera novia,me enseñó el amor y las puertas secretas
del cielo y del infierno; de Isabel, que se fue
al país de los sueños con el pequeño Nemo,
porque aquí lo pasaba fatal; de Margarita,
recordando unos jeans blancos y unos lunares
estratégicamente dispuestos; de Ginebra,
que le dejó a Lanzarote plantado por mi culpa
y fundó una familia respetable a mi costa;
de Susana, que sigue tan guapa como entonces;
de Macarena, un dulce que me amargó la vida
dos veranos enteros; de Carmen, que era bruja
y veía el futuro con ojos de muchacho;
de la red que guardaba los cabellos de Paula
cuando me enamoré de su melancolía;
de Arancha, de Paloma, de Marta y de Teresa;
de sus besos, que izaron la bandera del triunfo
sobre la negra muerte, y también de su helado
desdén, que recluyó tantas veces mi espíritu
en la triste mazmorra de la desesperanza.
Voy a escribir un libro que hable de las mujeres
que han escrito mi vida.

10
Paseo vespertino


                                                         para Alicia

Tú y yo, amor, a caballo, por las suaves
laderas de un crepúsculo dorado
que vira a negro, tú y yo, luces tibias
frente a la oscuridad que va anegando
esta parte del mundo, rienda suelta,
sendos halcones en los puños, campo
a través, contra el tiempo de la muerte,
a favor de la vida y del verano,
contra cerrojos, contra cicatrices,
contra el silencio, contra el desamparo,
contra esos templos donde se refugian,
ávidos de mentiras, los malvados,
tú y yo solos en busca de emociones,
medievales y eternos, a caballo,
rumbo a ninguna parte, mientras brota
la orquídea de la noche a cada tranco
y queda atrás, hundiéndose en el polvo,
la borrosa silueta del ocaso,
tú y yo por los países de la bruma,
picando espuelas, dos enamorados
que unen sus corazones en la fronda
donde alumbran, gloriosos, los relámpagos,
y cabalgan oscuros por lo oscuro,
como un rey y una reina destronados.

11
Pasión, muerte y resurrección


Sombras, Propercio, sombras, gavilanes
oscuros, imprecisos, niebla pura,
cincha, brida y espuelas. No profanes
el mástil del amor, la arboladura

del deseo, la ofrenda de los manes,
con la triste verdad de tu locura,
cosmética, veneno, miel, divanes
y el perfume letal de la lectura.

Conocerás un puente de cuchillos,
la brisa del instante, el terciopelo
remoto como el torso de una diosa.

Sudor frío de muerte, tenues brillos
de Cintia envuelta en luminoso velo,
y, al fin, la presencia de la rosa.

12
El otro bariio de Salamanca

Debajo de los parkings hay mundos subterráneos
que muy pocos conocen. Los habita una raza
de príncipes y reyes, de bardos y de brujos.
¡Subsuelo de las calles de Velázquez y Goya!

¡Océanos secretos de aguas centelleantes
bajo Lista y Serrano, Jorge Juan y Hermosilla!
¡Cúpulas, altas torres de ciudades de plata!
¡Palacios encantados, templos de mármol negro
debajo de la calle Don Ramón de la Cruz!
¡Odaliscas ocultas bajo las tuberías
del gas, en el asiento de la calle de Ayala!

Conozco a una doncella de ese mundo perdido
que me envía señales de humo por teléfono.
No consigue olvidar la ciencia de mis manos.

13
A Lucrecia, que llevaba un reloj en su sortija de casada.

Vierte el tiempo, Lucrecia, en esa copa

que acabas de llenar hasta los bordes

y que él levantará, como un trofeo,

brindando por tu amor. Que él envejezca

y no tú. Que se dé cuenta de todo

y no pueda hacer nada, que el veneno

del tempus fugit corra por sus venas

y le devore el cuerpo y el espíritu.

Y cuando en la sortija ya no quede

rastro de tiempo, lléname la boca

con el néctar sin horas de tus labios.

14
Para Alicia, disfrazada de Leia Organa


Si solo fuera porque a todas horas

tu cerebro se funde con el mío;

si solo fuera porque mi vacío

lo llenas con tus naves invasoras.

Si solo fuera porque me enamoras

a golpe de sonámbulo extravío;

si solo fuera porque en ti confío,

princesa de galácticas auroras.

Si solo fuera porque tú me quieres

y yo te quiero a ti, y en nada creo

que no sea el amor con que me hieres…

Pero es que hay, además, esa mirada

con que premian tus ojos mi deseo,

y tu cuerpo de reina esclavizada.



15
La Sirenita

Para Alicia, que dejó el mar y se vino a vivir a mi bañera.

Con tus cinco guapísimas hermanas

y tu abuela y tu padre eras feliz

en el fondo del mar, donde la vida

hierve bajo el conjuro silencioso

que urde la vara mágica del agua.

Pero ser feliz cansa, y aun abruma,

como cansa y abruma la familia,

de manera que un día decidiste

romper con tu pasado y buscar novio

entre los hombres de la superficie.

Por si eso fuera poco, alguien te dijo

que si te enamorabas de un humano

serías inmortal, lo que sonaba

bien, aunque no acabases de creértelo.

El caso es que una bruja te dio piernas

(y alguna cosa más que ahora me callo),

y, satisfecha con tu nuevo cuerpo,

pusiste rumbo a tierra. Era en agosto,

y a nadie le extrañó verte en la playa,

desnuda y sonriente, con tus piernas

recién inauguradas, vacilantes

aún, pero tan largas y perfectas

como las de la diosa del amor

en el lienzo de Sandro Botticelli.

Yo estaba por allí, matando el tiempo,

tomando el sol quizá, disimulando

el horror que la gente me inspiraba

detrás de una expresión dulce y afable,

cuando tú aniquilaste mi tristeza

con solo aparecer ante mi vista,

y supe que la gloria del deseo

se instalaba en mi alma para siempre.

Y a ti te pasó igual (lo que es más raro,

teniendo en cuenta que yo no era príncipe

y me sobraban unos cuantos kilos),

y empezó nuestra historia de amor loco,

que hoy continúa viva, tantos años

después, y que mañana estará viva

y siempre vivirá, porque está hecha

de la misma materia incombustible

con que se hacen los mitos y los sueños.

Selección poética de Vicente Aleixandre

(Sevilla, 1898 – Madrid, 1984) Poeta español, destacado miembro de la Generación del 27. Considerado uno de los grandes poetas españoles del siglo XX, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1977.

Numerosas biografías atestiguan que con frecuencia la literatura obra en quienes se dedican a ella un efecto compensatorio. Y así, no es difícil toparse con escritores hogareños que cultivaron asiduamente los relatos de viajes o con oficinistas de vida rutinaria que pusieron por escrito los sueños más inquietantes, estrafalarios o terroríficos.
Al poeta Vicente Aleixandre (1898-1984), por lo que sabemos de él, le cupo un destino similar. Recluido en su domicilio de Madrid durante largos años por achaques de salud, forzado a menudo a guardar cama, escribió ardientes poemas sobre la pasión física. Uno de los más célebres, «Unidad en ella», pertenece al libro La destrucción o el amor, cuya primera edición data de 1933.
Salta a la vista que lo que el poema dice no le aconteció al poeta. El poeta ni recrea ni glosa un suceso de su vida privada. Su amor exaltado es una creación poética, a la manera como el surrealismo induce al artista a concebir mundos no dependientes de las leyes que rigen este que habitamos. Que el poema no se nutra de materiales autobiográficos no significa que lo que el poeta expresa carezca de verdad personal. Exigirle al poema precedentes reales o vividos lo privaría de sus funciones más propiamente creativas. La poesía no está obligada a ser un ejercicio confesional en verso. Fernando Aramburu

Unidad en ella

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

1

A ti viva

                                Es tocar el cielo, poner el dedo
                                sobre un cuerpo humano.
                                                        Novalis

Cuando contemplo tu cuerpo extendido
como un río que nunca acaba de pasar,
como un claro espejo donde cantan las aves,
donde es un gozo sentir el día cómo amanece.

cuando miro a tus ojos, profunda muerte o vida
que me llama,
canción de un fondo que sólo sospecho;
cuando veo tu forma, tu frente serena,
piedra luciente en que mis besos destellan,
como esas rocas que reflejan un sol que nunca se hunde.

Cuando acerco mis labios a esa música incierta,
a ese rumor de los siempre juvenil,
del ardor de la tierra que canta entre lo verde,
cuerpo que húmedo siempre resbalaría
como un amor feliz que escapa y vuelve…

Siento el mundo rodar bajo mis pies,
rodar ligero con siempre capacidad de estrella,
con esa alegre generosidad del lucero
que ni siquiera pide un mar en que doblarse.

Todo es sorpresa. El mundo destellando
siente que un mar de pronto está desnudo, trémulo,
que es ese pecho enfebrecido y ávido
que sólo pide el brillo de la luz.

La creación riela. La dicha sosegada
transcurre como un placer que nunca llega al colmo,
como esa rápida ascensión del amor
donde el viento se ciñe a las frentes más ciegas.

Mirar tu cuerpo sin más luz que la tuya,
que esa cercana música que concierta a las aves,
a las aguas, al bosque, a ese ligado latido
de este mundo absoluto que siento ahora en los labios.

2

Sin fe

Tienes ojos oscuros.
Brillos allí que oscuridad prometen.
Ah, cuán cierta es tu noche,
cuán incierta mi duda.
Miro al fondo la luz, y creo a solas.

A solas pues que existes.
Existir es vivir con ciencia a ciegas.
Pues oscura te acercas
y en mis ojos más luces
siéntense sin mirar que en ellos brillen.

No brillan, pues supieron.
saber es alentar con los ojos abiertos.
¿Dudar…? Quien duda existe. Sólo morir es ciencia.

3

Canción a una muchacha muerta

Dime, dime el secreto de tu corazón virgen,
dime el secreto de tu cuerpo bajo tierra,
quiero saber por qué ahora eres un agua,
esas orillas frescas donde unos pies desnudos
se bañan con espuma.

Dime por qué sobre tu pelo suelto,
sobre tu dulce hierba acariciada,
cae, resbala, acaricia, se va
un sol ardiente o reposado que te toca
como un viento que lleva sólo un pájaro o mano.

Dime por qué tu corazón como una selva diminuta
espera bajo tierra los imposibles pájaros,
esa canción total que por encima de los ojos
hacen los sueños cuando pasan sin ruido.

Oh tú, canción que a un cuerpo muerto o vivo,
que a un ser hermoso que bajo el suelo duerme,
cantas color de piedra, color de beso o labio,
cantas como si el nácar durmiera o respirara.

Esa cintura, ese débil volumen de un pecho triste,
ese rizo voluble que ignora el viento,
esos ojos por donde sólo boga el silencio,
esos dientes que son de marfil resguardado,
ese aire que no mueve unas hojas no verdes.

¡Oh tú, cielo riente que pasas como nube;
oh pájaro feliz que sobre un hombro ríes;
fuente que, chorro fresco, te enredas con la luna;
césped blando que pisan unos pies adorados!

4

Como la mar, los besos

No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.

Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.

Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.

Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.

5

Después del amor

Tendida tú aquí, en la penumbra del cuarto,
como el silencio que queda después del amor,
yo asciendo levemente desde el fondo de mi reposo
hasta tus bordes, tenues, apagados, que dulces existen.
Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir
retraído.
Y siento la musical, callada verdad de tu cuerpo, que hace
un instante, en desorden, como lumbre cantaba.
El reposo consiente a la masa que perdió por el amor su
forma continua,
para despegar hacia arriba con la voraz irregularidad de
la llama,
convertirse otra vez en el cuerpo veraz que en sus límites
se rehace.

Tocando esos bordes, sedosos, indemnes, tibios,
delicadamente desnudos,
se sabe que la amada persiste en su vida.
Momentánea destrucción el amor, combustión que
amenaza
al puro ser que amamos, al que nuestro fuego vulnera,
sólo cuando desprendidos de sus lumbres deshechas
la miramos, reconocemos perfecta, cuajada, reciente la
vida,
la silenciosa y cálida vida que desde su dulce exterioridad
nos llamaba.
He aquí el perfecto vaso del amor que, colmado,
opulento de su sangre serena, dorado reluce.
He aquí los senos, el vientre, su redondo muslo, su acabado
pie,
y arriba los hombros, el cuello de suave pluma reciente,
la mejilla no quemada, no ardida, cándida en su rosa
nacido,
y la frente donde habita el pensamiento diario de nuestro
amor, que allí lúcido vela.
En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla
caldea sin celo,
está la boca fina, rasgada, pura en las luces.
Oh temerosa llave del recinto del fuego.
Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben,
mientras pongo mi boca sobre tu cabellera apagada.

6

El Perfume

Chupar tu vida sobre los labios,
no es quererte en la muerte.
Chupar tu vida, amante,
para que lenta mueras
de mí, de mí que mato.
para agotar tu vida
como una rosa exhausta.
color, olor: mis venas
saben a ti: allí te abres.
Ebriamente encendido,
tú me recorres. toda,
toda mi sangre es sólo
perfume. Tú me habitas,
aroma arrebatado
que por mí te despliegas,
que como sangre corres
por mí: ¡que a mí me pueblas!

7

Mirada final

La soledad, en que hemos abierto los ojos.
La soledad en que una mañana nos hemos despertado, caídos,
derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos.
Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén
y, revuelto con la tierra súbita, se levanta y casi no puede reconocerse.
Y se mira y se sacude y ve alzarse la nube de polvo que él no
es, y ve aparecer sus miembros,
y se palpa: Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo, y
esta mi pierna, e intacta está mi cabeza;
y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado,
y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies y él emerge,
no sé si dolorido, no sé si brillando, y alza los ojos y el cielo destella
con un pesaroso resplandor, y en el borde se sienta
y casi siente deseos de llorar. Y nada le duele,
pero le duele todo. Y arriba mira el camino,
y aquí la hondonada, aquí donde sentado se absorbe
y pone la cabeza en las manos; donde nadie le ve, pero un cielo
azul apagado parece lejanamente contemplarle.
Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado toda la
vida como un instante, me miro.
Esta tierra fuiste tú, amor de mi vida? Me preguntaré así
cuando en el fin me conozca, cuando me reconozca y despierte,
recién levantado de la tierra, y me tiente, y sentado en la
hondonada, en el fin, mire un cielo
piadosamente brillar?

No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo
una tierra que se sacude al levantarse, para acabar cuando el
largo rodar de la vida ha cesado.
No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir.
No, materia adherida y tristísima que una postrer mano, la mía
misma, hubiera al fin de expulsar.
No: alma más bien en que todo yo he vivido, alma por la que me fue la vida posible
y desde la que también alzaré mis ojos finales
cuando con estos mismos ojos que son los tuyos, con los que mi alma contigo todo lo mira,
contemple con tus pupilas, con las solas pupilas que siento bajo
los párpados, en el fin el cielo piadosamente brillar.

8

Unas pocas palabras

Unas pocas palabras en tu oído diría.
Poca es la fe de un hombre incierto.
Vivir mucho es oscuro, y de pronto saber no es conocerse.
Pero aún así diría. Pues mis ojos repiten lo que copian:
tu belleza, tu nombre, el son del río, el bosque,
el alma a solas.

Todo lo vio y lo tienen. Eso dicen los ojos.
A quien los ve responden. Pero nunca preguntan.
Porque si sucesivamente van tomando
de la luz el color, del oro el cieno
y de todo el sabor el pozo lúcido,
no desconocen besos, ni rumores, ni aromas;
han visto árboles grandes, murmullos silenciosos,
hogueras apagadas, ascuas, venas, ceniza,
y el mar, el mar al fondo, con sus lentas espinas,
restos de cuerpos bellos, que las playas devuelven.

Unas pocas palabras, mientras alguien callase;
las del viento en las hojas, mientras beso tus labios.
Unas claras palabras, mientras duermo en tu seno.
Suena el agua en la piedra. Mientras, quieto,
estoy muerto.

9

Si miro tus ojos

Si miro tus ojos,
si acerco a tus ojos los míos,
¡oh, cómo leo en ellos retratado todo el pensamiento de mi
soledad!
Ah, mi desconocida amante a quien día a día estrecho en los
brazos.
Cuán delicadamente beso despacio, despacísimo,
secretamente en tu piel
la delicada frontera que de mí te separa.
Piel preciosa, tibia, presentemente dulce, invisiblemente
cerrada
que tiene la contextura suave, el color, la entrega de la fina
magnolia.
Su mismo perfume, que parece decir: «Tuya soy, heme
entregada al ser que adoro
como una hoja leve, apenas resistente, toda aroma bajo sus
labios frescos».
Pero no. Yo la beso, a tu piel, finísima, sutil, casi irreal bajo el
rozar de mi boca,
y te siento del otro lado, inasible, imposible, rehusada,
detrás de tu frontera preciosa, de tu mágica piel inviolable,
separada de mí por tu superficie delicada, por tu severa
magnolia
cuerpo encerrado débilmente en perfume
que me enloque de distancia y que, envuelto rigurosamente,
como una diosa de mí te aparta, bajo mis labios mortales.
Déjame entonces con mi beso recorrer la secreta cárcel de mi vivir,
piel pálida y olorosa, carnalidad de flor, ramo o perfume,
suave carnación que delicadamente te niega,
mientras cierro los ojos, en la tarde extinguiéndose,
ebrio de tus aromas remotos, inalcanzables,
dueño de ese pétalo entero que tu esencia me niega.

10

Al cielo

El puro azul ennoblece
mi corazón. Sólo tú, ámbito altísimo
inaccesible a mis labios, das paz y calma plenas
al agitado corazón con que estos años vivo.
Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía
y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel
y, roja de oscura hermosura, asalta el muro
débil del pecho, pidiendo tu vista,
cielo feliz que en la mañana rutilas,
que asciendes entero y majestuoso presides
mi frente clara, donde mis ojos te besan.
Luego declinas, ¡oh sereno, oh puro don de la altura!,
cielo intocable que siempre me pides, sin cansancio, mis besos,
como de cada mortal, virginal, solicitas.
Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre.
Interiormente combatido de la presencia dolorida y feroz,
recuerdo impío de tanto amor y de tanta belleza,
una larga espada tendida como sangre recorre
mis venas, y sólo tú, cielo agreste, intocado,
das calma a este acero sin tregua que me yergue en el mundo.
Baja, baja dulce para mí y da paz a mi vida.
Hazte blando a mi frente como una mano tangible
y oiga yo como un trueno que sea dulce una voz
que, azul, sin celajes, clame largamente en mi cabellera.
Hundido en ti, besado del azul poderoso y materno,
mis labios sumidos en tu celeste luz apurada
sientan tu roce meridiano, y mis ojos
ebrios de tu estelar pensamiento te amen,
mientras así peinado suavemente por el soplo de los astros,
mis oídos escuchan al único amor que no muere.

11

Diosa

Dormida sobre el tigre,
su leve trenza yace.
Mirad su bulto. Alienta
sobre la piel hermosa,
tranquila, soberana.
¿Quién puede osar, quién sólo
sus labios hoy pondría
sobre la luz dichosa
que, humana apenas, sueña?
Miradla allí. ¡Cuán sola!
¡Cuán intacta! ¿Tangible?
Casi divina, leve
el seno se alza, cesa,
se yergue, abate; gime
como el amor. Y un tigre
soberbio la sostiene
como la mar hircana,
donde flotase extensa,
feliz, nunca ofrecida.
¡Ah, mortales! No, nunca;
desnuda, nunca vuestra.
Sobre la piel hoy ígnea
miradla, exenta: es diosa.

12

El alma

El día ha amanecido.
Anoche te he tenido en mis brazos.
Qué misterioso es el color de la carne.
Anoche, más suave que nunca:
Carne casi soñada.
Lo mismo que si el alma al fin fuera tangible.
Alma mía, tus bordes,
tu casi luz, tu tibieza conforme.
Repasaba tu pecho, tu garganta,
tu cintura: lo terso,
lo misterioso, lo maravillosamente expresado.
Tocaba despacio, despacísimo, lento,
el inoíble rumor del alma pura, del alma manifestada.
Esa noche, abarcable; cada día, cada minuto, abarcable.
El alma con su olor a azucena.
Oh, no: con su sima,
con su irrupción misteriosa de bulto vivo.
El alma por donde navegar no es preciso
porque a mi lado extendida, arribada, se muestra
como una inmensa flor; oh, no: como un cuerpo
maravillosamente investido.
Ondas de alma…, alma reconocible.
Mirando, tentando su brillo conforme,
su limitado brillo que mi mano somete,
creo,
creo, amor mío, realidad, mi destino,
alma olorosa, espíritu que se realiza,
maravilloso misterio que lentamente se teje,
hasta hacerse ya como un cuerpo,
comunicación que bajo mis ojos miro formarse,
organizarse,
y conformemente brillar,
trasminar ,
trascender,
en su dibujo bellísimo,
en su sola verdad de cuerpo advenido;
oh dulce realidad que yo aprieto, con mi mano, que por
una manifestada suavidad se desliza.

Así, amada mía,
cuando desnuda te rozo,
cuando muy lento, despacísimo, regaladamente te toco.
en la maravillosa noche de nuestro amor.
Con luz, para mirarte.
Con bella luz porque es para ti.
Para engolfarme en mi dicha.
Para olerte, adorarte,
para, ceñida, trastornarme con tu emanación.
Para amasarte con estos brazos que sin cansancio se
ahorman.
Para sentir contra mi pecho todos los brillos,
contagiándome de ti,
que, alma, como una niña sonríes
cuando te digo: « Alma mía… »

13

Hija de la mar

Muchacha, corazón o sonrisa,
caliente nudo de presencia en el día,
irresponsable belleza que a sí misma se ignora,
ojos de azul radiante que estremece.

Tu inocencia como un mar en que vives-
qué pena a ti alcanzarte, tú sola isla aún intacta;
qué pecho el tuyo, playa o arena amada
que escurre entre los dedos aún sin forma.

Generosa presencia la de una niña que amar,
derribado o tendido cuerpo o playa a una brisa,
a unos ojos templados que te miran,
oreando un desnudo dócil a su tacto.

No mientas nunca, conserva siempre
tu inerte y armoniosa fiebre que no resiste,
playa o cuerpo dorado, muchacha que en la orilla
es siempre alguna concha que unas ondas dejaron.

Vive, vive como el mismo rumor de que has nacido;
escucha el son de tu madre imperiosa;
sé tú espuma que queda después de aquel amor,
después de que, agua o madre, la orilla se retira.

14

Las manos

Mira tu mano, que despacio se mueve,
transparente, tangible, atravesada por la luz,
hermosa, viva, casi humana en la noche.
Con reflejo de luna, con dolor de mejilla,
con vaguedad de sueño,

mírala así crecer, mientras alzas el brazo,
búsqueda inútil de una noche perdida,
ala de luz que cruzando en silencio
toca carnal esa bóveda oscura.

No fosforece tu pesar, no ha atrapado
ese caliente palpitar de otro vuelo.
Mano volante perseguida: pareja.
Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.

Sois las amantes vocaciones, los signos
que en la tiniebla sin sonido se apelan.
Cielo extinguido de luceros que, tibios,
campo a los vuelos silenciosos te brindas.

Manos de amantes que murieron, recientes,
manos con vida que volantes se buscan
y cuando chocan y se estrechan encienden
sobre los hombres una luna instantánea.

15

Los besos

No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.

Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto,
en tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?

Entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.

¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas!
Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan, revuelan, mientras ciega tú brillas.

No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo.
Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.

16

Se querían

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente sólo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando…
se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.