Dia de Muertos

Breve reflexión del día de muertos.
por Eduardo Romero.

Mi padre murió cuando yo tenía nueve años, morir en México a principios de la década de los ochenta siendo asalariado al mínimo equivalía casi a una sentencia familiar a la miseria, su viuda, mi madre y mi hermano de once años eran mi única familia. Había mas, por supuesto, tíos, tías, primos, abuelos. Todos fueron alejados en parte por el carácter férreo de mi madre y en parte porque el temor de que nos convirtiéramos en alguna carga. Mi padre tuvo también el tino de morirse en navidad, entre una borrachera, una golpiza y una dosis de negligencia médica se encargaron de llevarlo al más allá. Desde entonces dos cosas me han resultado omnipresentes, la muerte como algo cercano y que la Navidad es una mierda.

Yo mismo me he escapado al menos cuatro veces de la muerte, tres en cirujías y una del Covid. En casa ya no ponemos ofrenda, alguna vez lo hicimos, no más, y de la Navidad ni se diga. Pero los muertos que llevamos están ahí, a algunos los llevamos en el ADN, en mi rostro en el espejo reconozco los rasgos del abuelo ebrio que conocí brevemente y del abuelo adinerado y lejano que conocí aún menos. también están mis abuelas, mi madre y padre en cejas, ojos, nariz, orejas y labios. Tambien los bisabuelos, uno me heredó su paciencia y la otra su locura.

Otros muertos no están en el ADN, solo en la memoria, mi novia Anel, mi amante Claudia, mis amigos Alejandro y Catalina, mis socios Rafael y Oscar.
De vez en vez me entero de algún compañero de la vieja escuela que pasó al otro mundo, por las mas variadas razones, entre ellas el alcoholismo que se ha llevado a varios.

Afortunadamente mi madre impidió a sangre y sudor que la sentencia a la miseria se cumpliera en nuestras vidas, cuatro cosas en las cuales puse mi interés desde niño me salvaron también, la tecnología, los negocios, la música, y la poesía. Ésta última me trajo hasta aquí, de la mano de Juan Bautista Villaseca, poeta fallecido en 1968 por quien mi admiración a su palabra escrita simplemente no cabe en este texto, pero que en la ofrenda de mi corazón tiene un cirio, un pan azucarado y media botella de ron.


Poemas de Juan Bautista Villaseca

01
DIURNO PARA UN SONETO A MÉXICO

Este México triste que me duele
en su alegría y en su desventura,
este nopal oscuro que verdura
y hace pájaro al sol para que vuele.

Esta mi Patria mía a que me impele
el ombligo, el maíz, y la tortura;
este verme en un mapa que fulgura
rico y pobre en la vela que me vele.

Este México triste de su suegra,
páramo y tornasol en mesa abierta,
se hace el árbol amargo que me alegra.

México mío, águila que advierte
la puerta siempre de la siempre puerta,
no me dejes afuera de mi muerte.

02
HILO PARA UN SONETO

Amanecido al pie de mi contorno
desayuno mi sombra coagulada,
duelo en los autobuses mi mirada
y me marcho a doler sin cloroformo.

Es humo a lápiz, sal lo que conformo,
es el hotel del mar sin madrugada,
es mi overol de huelga fusilada,
yo en el dolor conozco mi retorno.

A oscuras con mi luz va este minuto
de calle en calle al tres de mi partida,
como un diario periódico de luto.

Vendrá la muerte y me hallará viviendo,
porque al zurcirla siempre a la vida
sólo la tierra me dará el remiendo.

03
DIURNO DE LUTO BLANCO

Estoy de negro, pero me ilumino;
hierba espinada llevo en mis cadenas.
Helechos de la sombra son mis penas.
Hierba espinada soy, pero no espino.

Estoy llorando pero no me inclino,
llevo un invierno de estaciones llenas.
En mi ira la flor no tiene hienas,
me conocen la calle y el camino.

Un algodón esconde mis dolores.
Ya escribir es sentencia de mi vida.
Es el poeta un garañón de flores.

Un río negro pinta mis amores.
De negro iré como la luz vestida.
Un negro que despinte cuando llores.

04
INTENSIDAD DEL CRIMEN

Asalariado a veces por la pena,
cuando no hay más cuchara que una mano
los platos pesan como el mar, temprano
hay alguien que anochece en mi cadena.

Ay, cuánta bomba enferma me condena,
cuánto hospital en mi hijo lejano,
cuánto ataúd para morir en vano,
ay, cuánta sangre muerta por mi vena.

La pana de la risa ya no es tela,
y ya no es tela apellidarse hombre.
Somos como un telar que se cancela.

Ay, cuánto mapa huérfano del trigo,
cuánto matarte a nombre de otro nombre.
Yo, que soy el culpable, se los digo.

05
DIURNO PARA PEDIR UN FAVOR

Vida, dame piedad, que no me pese,
cárgame el nombre que me dio la espina,
si se dobló la luz sobre mi ruina
déjame este maíz que aún se ofrece.

Quiero estar con mi pueblo, aunque le rece
desde el mar que en mis manos no camina,
deja este verso solo en mi cocina
y diga el fuego si es que se muere o crece.

Déjame la piedad, que a nadie arañe
esta mano raspada de ternura,
déjame que cojeando te acompañe.

Dame jabón para limpiar mis lodos,
y aunque en mi rostro llore la basura
no me quites la lágrima de todos.

06
EL POBRE DIABLO

Máscara y ruido, sucia la armadura,
guante que algún relámpago aprisiona,
así es el dinero, no perdona
ni a la puta ni al santo en su moldura.

Con pájaros nuevos se escritura,
su ingeniería deshace y desmorona
el toro de metal con que empitona
el corazón de su bodega impura.

Hace gendarmes, militares, reyes,
y en su molino de papel pintado
un cosmos de bolsillo como muelles.

A todo hace girar y le da nombre,
queda después el circo abandonado
porque la tierra sólo admite al hombre.

07
DIURNO PARA UN POEMA ENLUTADO

A Teodoro Arriga

Hay poemas que se parecen a la muerte,
son tan silvestres
que nos traen de pronto la ceniza,
bajan de una vida que no pesa,
que se recarga entre los sucios huesos,
rascan la piel,
golpean la serpiente del intestino hambriento;
hay poemas que se parecen a los ríos desnudos,
a una cama sin rosas,
a un niño paralítico en medio de su infancia;
hay poemas como este que yo quiero escribir,
versos tiesos de llanto, versos que pisan una tarima herida
de esta casa inundada de trampas por el mundo.

Hay poemas que se parecen a la muerte,
poemas rojos de agonía
donde la vida cae como un ganado estéril
cansado de pastar su desventura,
versos que fácilmente olvidarían
el magistrado,
el ingeniero turbio de los dólares,
y alguno que otro estúpido condecorado en la política,
porque esto es necesario,
hay que hablar de los cines,
del prostíbulo verde que sonrió alguna noche,
de cómo nos fue ayer y nos irá mañana,
de cómo nos hacemos pendejos con la flor en las manos,
mientras los hospitales,
los mercados enfermos de pobreza,
los niños que se arrastran en los años,
están afuera de la tierra,
afuera de la luz,
lamiendo los orines
que de limosna dejan caer los millonarios,
mientras afuera del campo
se ha olvidado otra vez Quetzalcóatl.

Hay poemas que se parecen a la muerte.
Uno se busca en medio del cadáver.
Cuando saca las manos a la vida
se encuentra caminando con un hermano muerto
colgándonos del hombro.

08
HOY, TAL VEZ ESTE DÍA…

Hoy me salgo a vivir, y me difunto
amotinado en la región del duelo,
hoy para andar a pie, bajo del vuelo,
junto a mis puños, junto al pueblo junto.

Ahora no quiero el llanto por asunto,
no me quiero tocar porque me duelo,
estoy como quemándome en el hielo
condenado a la bala con que apunto.

Ha peinado las cárceles la escoba,
para los niños no parió la rosa.
Hoy el amor no fecundó una alcoba.

Déjame entonces el fusil que llevo,
porque no hay tiempo de cavar la fosa,
voy a morir para vivir de nuevo.

09
CORAZÓN, PERRO DE LUTO…

Como un perro de luto que no cesa
de sangrarme su propia mordedura,
trota mi corazón con su montura
de almirante solar de la tristeza.

El mundo muerde, muerde su aspereza
de volantín de cardo que amargura,
y muerde su guitarra que inaugura
como centavo ausente la pobreza.

Yo sólo soy el beso que no tengo,
el rosal que le falta a la alegría,
el dolor seminal de donde vengo.

Pero cercado de dolor y alambre,
partidario de luz, la poesía
lava mi plato usado por el hambre.

10
DIURNO PARA EL ADIÓS Y UN SONETO

El día me lastima las dos manos;
son como dos cubetas ya vacías
cansadas de cargar días y días
el agua ahorcada junto a los pantanos.

Y tú vienes conmigo hasta esos vanos
pies de tierra, fríos, adonde huías,
descalza al fin como las alegrías
que siguen los amores hortelanos.

Me he acostumbrado a siempre despedirme,
llevo un fusil tatuado en la palabra.
Te amo amando para no morirme;

deja quedarme ciego y florecerte
para que no te mire el lecho que abra,
no mirarte en un niño y detenerte.

11
DIURNO DEL TIEMPO CALLEJERO

Del tiempo soy. Yo no me pertenezco.
Soy un verso que va de calle en calle,
de calle en calle voy sin que me calle,
mi lengua es una página en que crezco.

A la raíz de todos me parezco.
Me hallarán donde un pétalo se halle,
pétalo combatiente aunque lo estalle
el metal en que vivo y que perezco.

Quiero caerme y me sostiene un beso;
el beso se va al aire y al olvido.
Sólo el recuerdo queda. Eterno preso.

Al tiempo voy, al tiempo va mi voz.
Las calles no son sueño recorrido,
por ellas veo llorar descalzo a Dios.

12
MONARQUÍA DEL AMOR

Eres la monarquía de los ríos
donde cortan el sol los leñadores,
y vas como de viaje por las flores
del aromo barquero del rocío.

Un beso tuyo es como un hijo mío
vestido de corales labradores,
y están los arcoíris bailadores
calzándote de pasto el pie de frío.

Ternura de jacinto jardinero,
pajar de la legumbre cotidiana,
dame tu riel de amor casamentero,

porque me falta el pan de una manzana
y necesito un vientre verdadero
para parirme el corazón mañana.