Ramón David Sánchez Palomares (Escuque, Trujillo, 7 de mayo de 19351 – Mérida, 4 de marzo de 2016) fue un poeta venezolano. En 1975 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su libro Adiós Escuque; en 2006 resulta ganador del primer Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora; y en 2010 del Premio Iberoamericano de Literatura.
01
SOL
Ya vienes echando rosas, ya vienes abriendo oro,
ya te pusites los montes;
despertates las colinas y las matas de malva
Gran perro que viene del Infierno
echando olas,
revolvé las nubes,
ponélas de pájaros, de caballos, de pueblitos
con los ramos de candela
de muy lejos.
02
EL VIENTECITO SUAVE DEL AMANECER CON LOS PRIMEROS AROMAS – POEMAS NRO. 1
Amor Amor Mira Ha llegado el tiempo de florecer
Ha llegado el tiempo de soñar Ya se han bajado las nubes
Ya se han revelado los jazminales Las margaritas están levantando
Con mucho oro y mucho diente de blancor
Ya las rosas han cuajado sus nácares
Sí
Mira Es la hora de beber Baja el licor y encanta
Con tan finos ardores
Ay Alegría! Te vi
Con celo me estremeces
Y con besos me despierto Cuánta salud es mi huésped
La dicha aparece y se hace más alta
Ven
– Ay pero qué es lo que en verdad llamas Amor?
Primero todos los colores Primero el rojo el azul el amarrillo el blanco mate de la perla
El verde con sus ramas
Y también las canciones de flores La músico de las hojas al volar
Los versos que dice la berbería y el lirio y la madreselva y la cayena
Y el malabar
Sin dejar de nombrar olores esas llamas blancas que entran por las aletas
De la blanda nariz Aromas Porque la casa del Amor es la casa de los
Aromas
Ah Sí
Y todas las ternezas que lavan la pial Aires cargados de finísimo polen
Y bálsamo que por esos caminos desandan y levedades de todos los arboles
Y talco de tantas quebraduras de tierra.
03
SALUDOS
Saludos, precioso pájaro.
Y no abandones el oro de las plumas
entre aquellas nubes
ni pierdas el canto en el dominio de los truenos.
No sea que pases del cielo
y quedes preso en los astros.
De viajes cuánto se ha perdido,
cuánta ola estrellada en el acantilado,
mientras tus alas
robaban fulgores al poderoso perro del cielo.
Y cuánto de lluvias,
de verano, de hierba roja
por la implacable estación.
O de gris, nieblas y continuado fantasma
frente al joven enamorado de barcos.
Los vecinos perdidos,
el llanto de amigos
que he visto secar en paños
por olvidos e irremediable paso.
Ni qué decir de la muchacha
cuyo pecho hasta ayer fuera tan liso
y que luego se ha visto
como exquisito racimo.
Saludos.
Pero, amigo de viajes,
¿cómo poder contar las pérdidas,
ventas que se han hecho,
nuevas adquisiciones?
si la modesta familia
vende las posesiones de provincia
y compra apartamentos confortables,
¿no hemos vendido al corazón
y una y otra vez
cambiado los pareceres de conciencia
para entender mejor las noticias a la semana?
Y mientras tú por el pasado año
te entregabas a los aromosos cielos del norte,
aquí las muertes y los nacimientos
cambiaban las cuerdas del buque
y hacían trastabillar al viejo.
Y mientras robabas a ese perro
los bellos fulgores,
el oro para majestad en tus alas,
los cambios de ciudad,
las venidas al amor,
los cantos de una ilusionada nube
que nos ahogara en deseos
pintaban nuevas y extrañas figuras
en la quilla del buque.
Y entretanto no había más
que el incesante brillo
y el incesante batir de esas alas
sobre espumas y ciudades,
sobre campiñas y lejanas praderas;
más allá de las torres establecidas por la caída de noches.
No había más que esos ojos absortos,
fijos hacia el norte o el sur,
la cola firme,
a manera de timón,
y el impulso
y la ruta que algún hilo indicaba.
Y el cielo, y los aromas
de flores muertas o recién abiertas
y los aires cambiantes.
Y nada más había para ti, amigo de viajes;
las idas, los regresos
encontraban esas pupilas
quietas, serenas, tendidas
en medio a las carreras que el cielo juega.
Saludos.
Apenas para ti hay tiempo de cantar
en el delicioso jardín
y sacudir en el estanque las alas
allí donde el viento no ha podido vencer.
04
EL VIENTECITO SUAVE DEL AMANECER CON LOS PRIMEROS AROMAS – POEMAS NRO. 5
Busco un ser del cielo Una gota del cielo
Un ramo del cielo que sea tu semejanza
Ah te asemejé con un pájaro Mírate Mírate sobre el lecho
Tiendes el vuelo Los veneros de la noche se duermen
Vuelve Vuelve
Otra vez soy la carne entre las flores Otra vez el plumaje que se
Incendia en las flores Otra vez Amor
Y tu sonrisa más poderosa que la bondad Y más inaccesible
Mata
Y levanta de la muerte
Al entrar en tus bosques Al despertar y conocerte
Había allí un antiguo camino Las Flores amarillas eran sus viajeros
Arbustos con la hija muy fina Todos
Con buen aceite Subían sobre la yerba de hojas violentas
Entonces sonaron densas oquedades Lianas y caídas de tierra y copas
Y muchos árboles peleándose
El color se bañaba
Las aguas jamás
Tuvieron más nobleza.
05
UN GAVILAN
Se paró el gavilán y se quedó pegado en las nubes
y ya no pudo dar más vueltas
y le dijeron:
Ya no podés hacer más hilo, ya no vas a poder tejer el cielo,
entonces todas las flores que estaban se pusieron tristes
y comenzaron a secarse
y entraron caminando en una cueva
y se veía una fila de gladiolas que iban rezando
y cuatro coronas de orquídeas y rosas
y así se estaba quieto el gavilán allá arriba
viendo que las montañas se habían puesto negras
y que los ríos parecían urnas;
cuando llegó un gran viento y dijo a resoplar
y estremecía los árboles como si fueran ropa colgada
y bajaron todas las estrellas y se pusieron a hablar
y salieron volando las nubes y dando vueltas
brincando por las colinas
y las praderas estaban muy contentas y les brillaban los dientes de risa.
Entonces se desató el gavilán y se sentó en una silla a beber
y se emborrachó y dijo a cantar
y nombró a todos los que habían venido para ayudarlo
y le parecían las alas como lunas
y los ojos que tenía era el sol que se le había metido en la cabeza
y a él se le llamaba el gran tejedor
porque anudó todo lo que había y puso en el cielo un barco
que va nadando, nadando
enseñando todos los sueños.
06
El SOL
Andaba el sol muy alto como un gallo
brillando, brillando
y caminando sobre nosotros.
Echaba sus plumas a un lado, mordía con sus espuelas al cielo.
Corrí y estuve con él
allá donde están las cabras, donde está la gran casa.
Yo estaba muy alto entre unas telas rojas
con el sol que hablaba conmigo
y nos estuvimos sobre un río
y con el sol tomé agua mientras andábamos
y veíamos campos y montañas y tierras sembradas
y flores
cantando y riéndonos.
Allí andaba el sol
entre aquellas casas, entre aquellos naranjos,
como una enorme gallina azul, como un gran patio de rosas;
caminando, caminando, saludaba a uno y a otro lado;
hasta que me dijo:
Mi amigo que has venido de tan abajo
vamos a beber
y cayó dulce del cielo, cayó leche hasta la boca del sol.
07
EN EL PATIO
Pues me estuve entre las flores del patio
Con las cayenas
Gozando con las hojas y los rayos del cielo.
Aquí pongo mi cama y me acuesto
Y me doy un baño de flores.
Y después saldré a decirles a las culebras y a las gallinas
Y a todos los árboles.
Me estuve sobre las betulias y sobre las tejas de rosas
Conversando, cenando, escuchando al viento.
Yo me voy a encontrar un caballo y seremos amigos.
Mañana le digo al saúco que me voy
Hasta muy lejos, hasta allá donde están cantando los hombres,
Donde corren los muertos y se entierran.
Yo caminaba por unos árboles, por unas hojas doradas
Y me comía las estrellas, y me senté
Y escuché la hierba alta y vi los ojos de un mujer
Que brillaban como un diente
Entonces arrojé una gran rama de naranjo
Y todo quedó oscuro.
08
PÁRAMO
Pasó la niebla por las cuestas,
Tapó con su noche,
Ningún pájaro se ve por los montes,
Ninguna luz.
Cantá por qué estás tan sola
Por qué llorás
Por qué te metites donde estamos los tristes.
Cuerdita de la montaña, pájaro de los siete colores,
A quién le cantás,
A quién le decís de querer.
Allá está la que tiene un gran vestido,
Se la pasa llorando,
Se la pasa bebiendo de la montaña.
Echaron agua bendita
Y se murieron las torcaces y dejaron
Esterado de plumas todo.
Ay,
Cuando estás cantando
Todo se mueve, todo se vuelve
Hacia donde cantas.
Te llamaré paloma, te llamaré miel,
Te diré piedrita de río.
Cuerdita de la montaña, pájaro de los siete colores:
¿A quién le decís de querer?
09
ABANDONADO
Ay, que no tengo un patio para asolearme,
que no tengo cuarto,
que no tengo ni una ventana;
yo que tenía tantos patios como limones,
tantos naranjos,
tantos zapotales;
que era rico, que tenía animales en casa,
que me acostaba en el café y me reía y me ponía rojo de reír
y me estaba bajo las matas oliendo el monte,
pero ya se me fue, ya me quedé solito,
ya el sol me dijo que no.
—¿Y qué vas a hacer ahora?—me dijeron los gallos—,
ya nosotros nos vamos, ya te dejamos,
aquí no nos vamos a estar.
Voltié de la cama y miré
y me dijo la cama que se iba,
y quedé en el suelo y me dijo el suelo: —Me voy,
y quedé en el aire
y me dijo el aire: —No te sostengo,
y me quedé en los naranjos y los naranjos me dijeron:
—Nosotros nos vamos.
Yo que tenía tanta luz,
yo que me vestía con lunas
y tenía la fuerza de mi nuca.
Una vez me vi en las montañas como piedra encendida
y tenía coraje y vigor,
ay, que me metí en la niebla, que estoy apagado:
—Qué se me hicieron las casitas,
qué se me hicieron?
Yo tenía tanto ganado que se veía
como un pueblo
cuando llegaba,
y se veían montes en el polvo
y se entusiasmaban los días, y era que tenía
tantas casas que cada sueño lo vivía en una y no se me acababan.
Hasta que me fuera dejando
y fue esa luna roja, esa piedra negra,
esa rosa que me venía iluminando, iluminando.
10
MÁS ALLÁ DE NOSOTROS
Conversaciones que venían
Hoscas
Buscándonos
Gentes del sueño y Gentes del Viento
Árboles ventosos y golpes en el corazón
Y al cabo estábamos volando
conversando
Árboles ya y gentes del sueño y vientos
(con el alma errada y un errante árbol
Furiosos, Incorpóreos,
dando vueltas en torno a la vida
y desentrañándonos
desentrañándonos
Más allá de nosotros.
11
PAJARITO QUE VENÍS TAN CANSADO
Pajarito que venís tan cansado
y que te arrecostás en la piedra a beber
Decime. ¿No sos Polimnia?
Toda la tarde estuvo mirándome desde No sé dónde
Toda la tarde
Y ahora que te veo caigo en cuenta
Venís a consolarme
Vos que siempre estuviste para consolar
Te figurás ahora un pájaro
Ah pájaro esponjadito
Mansamente en la piedra y por la yerbita te acercás
— “Yo soy Polimnia”
Y con razón que una luz de resucitados ha caído aquí mismo
Polimnia riéndote
Polimnia echándome la bendición
—Corazón purísimo,
Pajarito que llegas del cielo
Figuración de un alma
Ya quisiera yo meterte aquí en el pecho
darte de comer
Meterte aquí en el pecho
Y que te quedaras allí
lo más del corazón.