Reflexión de Carlos Pardo. Poeta Español
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La característica más común de la poesía es narrar una experiencia clausurada para revivirla. El poeta, por lo común, utiliza tiempos verbales en pasado para hacer manifiesta la brecha que lo separa del momento que recuerda, hace hincapié en su melancolía y nostalgia, pero… ¿Y qué pasa si el poeta decide salvar el instante en el presente?
Las tradiciones orientales, en particular la china y la japonesa, no han compartido nuestro prejuicio respecto a la observación directa de la realidad, nuestra idea romántica de que la imaginación es superior a las cosas reales. Para un poeta japonés del siglo XV, por ejemplo, observar es más importante que imaginar o sentir. La máxima expresión de la poesía consistía en condensar, brevemente, una imagen del mundo en toda su tensión dialéctica. Es decir, una escena que mostrara lo más inaprensible: el tiempo.
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Los japoneses son maestros en pensamiento dialéctico: cada cosa surge por su contrario. Dialéctica, ya sabéis: el mundo se conforma por el poderoso contraste de dos elementos que, al fundirse, forman uno nuevo. Esto vale para el pensamiento, pero también para la peculiar teoría oriental de los opuestos: existen el yin y el yang, nuestra parte pasiva y nuestra parte activa. Pero lejos de ser contrarios a la manera occidental (donde, como vimos, definimos las palabras presuponiendo un significado contrario absoluto), pasivo y activo, blando y duro, femenino y masculino, y etcétera (yin y yang), no son elementos que se den nunca de manera fija ni estática: la realidad es la continua mutación de estos dos elementos que, antes que contradictorios, son complementarios. Son el motor propio de las cosas.
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El prólogo de la imprescindible antología Jaikus inmortales de Antonio Cabezas:
“¿Qué es un haiku? En cuanto a la forma, es un poema breve, generalmente de diecisiete sílabas, dispuestas en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, respectivamente. […] En cuanto al fondo, se trata de una descripción brevísima de alguna escena, vista o imaginada. No conozco mejor definición que la que dio el propio Matsuo Basho: Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento. […] Sobre si el fin del haiku es la belleza, o el sentimiento, o el Zen, o una ascesis, o el misterio del universo, o la significación y trascendentalidad búdica de cualquier fenómeno menudo, no hay nada definido ni dogmático.
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Cada uno de los cuatro grandes poetas de haiku adopta sobre el particular una posición distinta. Para Basho el haiku era ciertamente una ascesis a lo Zen. Para Buson, un arte cuyo fin era la belleza. Para Issa, una efusión emotiva de su humanísima y franciscana ternura hacia personas, animales y cosas. Para Shiki, admirador de Buson, una forma literaria y nada más”.
El haiku es, pues, una forma poética japonesa, breve, que lleva practicándose desde el siglo XV. Su sencillez y apego al presente la han mantenido, de alguna manera, siempre joven. Podemos leer haikus de hace cuatro siglos y sentirlos como si hubieran sido compuestos hoy mismo. Otro secreto de su éxito es su sencillez, el abandono de toda retórica. Pero quizá también lo mantenga joven el apego a la temporalidad, a lo fugaz. Otra de las paradojas del
pensamiento poético: cuanto más fugaz el motivo, más eterno el resultado.
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Suele decirse que el haiku debe contener una referencia a las estaciones del año: un kigu. Por ejemplo: la flor del ciruelo y las libélulas, en primavera; las ranas, peonías o chicharras en verano; los patos, en otoño; la nieve y los campos yermos, en invierno. Pero antes que la referencia concreta, lo que debe existir es una tensión entre la temporalidad y la quietud. El Haiku capta la dialéctica de la realidad: el presente contiene todos los tiempos a la vez. Y quizá debemos pedirle a un buen haiku que tenga lo que Roland Barthes, el crítico francés, le pedía a una buena foto: punctum. El punctum es ese azar despunta en una escena, “la flecha que viene a clavarse y despierta mi emoción”. Es la sensación de que la imagen que vemos contiene el tiempo: es decir, la muerte. “Esto que ves ha sido”. Además, en el haiku, como en el punctum de Barthes, este azar o contingencia que manifiesta el tiempo suele mostrarse por el choque de dos elementos dispares. Un haiku no es una metáfora. El haiku es mucho más sencillo y complejo a la vez: debe contener el tiempo.
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Addendum Taro Yamada: Quizá nuestra lengua, que no es concentrada como la japonesa, vive con dificultad esa restricción métrica para expresar, con viveza y contraste, la dialéctica del tiempo dentro del instante. En occidente usualmente se reconoce un haiku por su métrica de versos de 5-7-5 sílabas, pero pensemos en japonés: en escritura KANJI no hay «sílabas» sino «onjis/ideagramas». Ideogramas escritos que muchas veces son mono-silábicos, pero otras veces no. Los haikus nacieron para decorar cuadros naturalistas bellamente pintados en papel de arroz con tinta e-sumi y pinceles estilizados. Eran más bien caligramas dibujados en una esquina de la pintura que lo representaba. Tres columnas de ideogramas balanceados geométricamente: escritos de arriba hacia abajo y de derecha a izquierda… 5-7-5. Por eso tampoco tienen título, pues roban el instante y rompen la geometría. A veces se considera el primer verso como título. Cuando se recitaban, eran leídos en lotes con largos silencios entre cada uno (como los himnos, sin aplausos), para crear en el escucha la imagen lenta y elaborada, como quien deleita un dulce en el paladar: practicando el axioma Zen que la verdadera poesía está en el silencio. La poeta Ana Blandiana lo resume: «El propósito de la poesía es restaurar el silencio»
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Addendum Octavio Paz: un organismo poético muy complejo. Su misma brevedad obliga al poeta a significar mucho diciendo lo mínimo. Desde un punto de vista formal, el haikú se divide en dos partes. Uno da la condición general y la ubicación temporal y espacial del poema (otoño o primavera, un ruiseñor); la otra, relampagueante, debe contener una elemento activo. Una es descriptiva y casi enunciativa; la otra, inesperada. La percepción poética surge del choque entre ambas. La índole misma del haikú es favorable a un humor seco, nada sentimental. El haikú es una pequeña cápsula cargada de poesía capaz de hacer saltar la realidad aparente.
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BASHO
Un viejo estanque.
Se zambulle una rana:
ruido del agua.
–
La suave brisa,
la risa de las flores:
Es primavera.
–
Mis ojos brillan
de tanto contemplarte,
flor de cerezo.
–
Las aves tristes,
se va la primavera.
Los peces lloran.
–
Bajo un sombrero
disfruto de la sombra,
aún estoy vivo.
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BASHO II
Luna de agosto,
redonda como un tronco
recién cortado.
–
El mar ya en sombra,
los gritos de los patos
son casi blancos.
–
Lirio púrpura,
te miro y crece en mí
este poema.
–
¡Oh, luciérnaga!
Pronto desapareces…
La luz del día.
–
Primeras flores,
mi vida se prolonga
sólo por verlas.
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BASHO III
Todo está en calma.
Chirridos de chicharras
perforan rocas.
–
Los monjes beben
el té del amanecer.
Flor de silencio.
–
Mira ese pino
parece estar creciendo
sobre la niebla.
–
El cuco canta
siempre lejos del mundo
de los poetas.
–
Vayamos juntos
a contemplar la nieve
hasta agotarnos.
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BASHO IV
Año tras año
se alimenta el cerezo
de hojas caídas.
–
Un relámpago.
El grito de la garza
iluminada.
–
Qué admirable,
un relámpago y nadie
comprende nada.
–
Cuando el cerezo
florece, nada sé
como el poeta.
–
Cae una hoja
y comienza a volar
la luciérnaga.
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BASHO V
Este camino
nadie ya lo recorre,
salvo el crepúsculo.
–
También mi nombre
se lo llevará el río
como a las hojas.
–
El viento helado
entró en mi corazón.
Salgo de viaje.
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ISSA
El ruiseñor
tiene una voz lluviosa
por la mañana.
–
Montes lejanos
refleja la pupila
de la libélula.
–
Si mariposa
y perrito se miran
el mundo sobra
–
Voy a salir,
disfrutad del amor
moscas de casa.
–
Con compañía,
qué bien discutiría
bajo esta luna.
–
Al Fuji subes
despacio —pero subes,
caracolito.
–
Aun bajo los árboles,
mi casa, cuando la luna brilla,
es mi casa.
–
no tengo nada,
¡salvo esta quietud,
esta frescura!
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BUSON
Pasó el ayer,
pasó también el hoy;
se va la primavera.
–
En el amarillo claro
de la bufanda
permanece el frío.
–
Ciruelo de blancas flores;
alguien te sembró
fuera de la cerca.
–
Las flores rojas del ciruelo
caen ardientemente;
el excremento del caballo
–
El llanto del ruiseñor-
su pequeña boca
abierta.
-Esta mañana
la luz del sol
sobre las cabezas de las sardinas
–
RENSETSU
Capaz solita
de cuidarse a sí misma,
¡ah, la sandía!
SANTOKA
Mi cuenco de mendigar
ha aceptado
las hojas que le han caído
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JORGE LUIS BORGES
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?
–
Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.
–
¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?
–
La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.
–
Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna.
–
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?
–
La luna nueva.
Ella también la mira
desde otra puerta.
–
Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.
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Mario Benedetti
tiembla el rocío
y las hojas moradas
y un colibrí
–
Ladrón cazado:
con los bolsillos llenos
de setas frescas.
–
si en el crepúsculo
el sol era memoria
ya no me acuerdo
–
la muerte invade
de vez en cuando el sueño
y hace sus cálculos
–
las religiones
no salvan / son apenas
un contratiempo
–
lo peor del eco
es que dice las mismas
barbaridades
–
a nuestra muerte
no conviene olvidarla
ni recordarla
–
los sentimientos
son inocentes como
las armas blancas
–
son manos locas
de pianista o de herrero
las que nos hablan
–
los hombres odian
presumen sueñan pero
las aves vuelan
–
cada suicida
sabe dónde le aprieta
la incertidumbre
–
después de todo
la maniquí no sabe
que es libertina
–
en plena noche
si mis manos te llaman
tus pechos vienen
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JOSE JUAN TABLADA
Es mar la noche negra;
la nube es una concha;
la luna es una perla.
–
Bajo el celeste pavor
delira por la única estrella
el cántico del ruiseñor.
–
Tierno saúz
casi oro, casi ámbar,
casi luz.
–
Hormigas sobre un
grillo, inerte. Recuerdo
de Gulliver en Liliput.
–
Recorriendo su tela
esta luna clarísima
tiene a la araña en vela.
–
Porfía la libélula
por emprender su cruz transparente
en la rama desnuda y trémula
–
Por nada los gansos
tocan alarma
en sus trompetas de barro.
–
El jardín está lleno de hojas secas;
nunca vi tantas hojas en sus árboles
verdes, en primavera.
–
Parece la sombrilla
este hongo policromo
de un sapo japonista.
–
Al golpe del oro solar
estalla en astillas el vidrio del mar.
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OCTAVIO PAZ
Hecho de aire
entre pinos y rocas
brota el poema.
–
Troncos y paja
por las rendijas entran
Budas e insectos.
–
Luna reloj de arena
la noche se vacía
la hora se ilumina.
–
Sobre la arena
escritura de pájaros
memorias del viento.
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WILLIAM CARLOS WILLIAMS
muchas cosas dependen
de una
carretilla
roja
barnizada
por la lluvia
entre gallinas
blancas.
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TOMAS TRANSTORMER
Pared de pena
Palomas van y vienen:
no tienen rostros.
–
Los pensamientos
en calma de mosaicos
en el palacio.
–
Zumba la lluvia.
Yo susurro un secreto
para entrar allí.
–
Un soplo duro
atraviesa la casa:
son los demonios.
–
Bosque asombroso:
Dios sin dinero vive.
Claras murallas.
–
Blanca y negra,
terca urraca, en zigzag
va por el campo.
–
De pie en el balcón,
esa jaula de sol:
como un arcoíris.
–
Sol de noviembre…
Mi sombra nada, enorme:
se hace espejismo.
–
Me ve la muerte:
problema de ajedrez.
Ya lo ha resuelto.
–
El silencio gris.
Pasa, azul, el gigante.
La brisa del mar.
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Juan José Domenchina
Pájaro muerto
¡Qué agonía de plumas
en el silencio!
Alexis Gómez-Rosa
El camino se recoge
en la mirada: nos abraza
el horizonte.
Dionisio López Cabral
Aquel lugar sencillo
donde los lagartos
llevan agua a los muertos.
Rafael Abreu Mejía,
La noche me mira
con millones de ojos
acusadores.
Basilio Belliard
Cae la hora.
La gota de rocío
salta en llamas.
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ANTONIO MACHADO
¡Pardos borriquillos
de ramón cargados,
entre los olivos!
–
Encuentro lo que no busco:
las hojas del toronjil
huelen a limón maduro.
–
Canta, canta, canta,
junto a su tomate
el grillo en su jaula.
–
La primavera ha venido:
¡aleluyas blancas
de los zarzales floridos!
–
¡De amarillo calabaza,
en el azul, cómo sube
la luna sobre la plaza!
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CARLOS RUBIO
Rasca el asfalto
en mitad de la noche
una hoja seca.
–
Un tomate
escondido en la mata.
Acecha el mundo.
–
En el silencio
del río, quince patos.
Cerca, la noche.
–
Qué cosa extraña
bajo un árbol sin hojas
sentirse vivo
–
Feo y sin brillo.
De calores vencido,
viejo geranio.
–
La talanquera.
De líquenes vestida
Ya nadie la abre.